DOMINGO 4º DE PASCUA (A): abrir nuestra puerta a Jesús, buen pastor, que nos da la felicidad, vivir la sublime alegría de sentirnos hijos de Dios, amar a los demás en la esperanza del cielo
PRIMERA LECTURA. Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2,1
4a. 36-41: El día de Pentecostés se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra: -“Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros
crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”. Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: -“¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó: -“Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos”. Con éstas y otras muchas razones los urgía y los exhortaba diciendo: -“Escapad de esta generación perversa”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
SALMO RESPONSORIAL 22,1-3a. 3b-4. 5. 6:
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta [o Aleluya].
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace
recostar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas.
// Me guía por el sendero justo; por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo / tu vara y tu cayado me sosiegan. / Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa.
// Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término.
SEGUNDA LECTURA Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 2, 20b - 25:
Queridos hermanos: Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 10,1-10: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: -“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
Jesús, les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: -“Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
Comentario: El pastor se distingue del ladrón en que frente al rebaño tiene una actitud de generosidad y de entrega. La división de los cristianos en muchos rebaños replantea si realmente seguimos el “buen pastor”. Ayer veíamos a Pedro como portavoz de
1. –Hechos 2,14.36-41: Dios lo ha hecho Señor y Mesías. Pedro es siempre el Primer Pastor-Vicario de Cristo que nos llama a todos, por la conversión y por la fe al redil de salvación que es
“Ni entonces ni hoy se trata de un mero proselitismo para que aumente el número de los socios de la institución-iglesia, sino de facilitar el encuentro de Cristo con el hombre de nuestro tiempo, porque la iglesia no es la luz, sino testigo de la luz. Si con excusas de libertad y respeto, jamás presentamos y ofrecemos a nuestros amigos el valor de nuestra fe, tendrían que pensar forzosamente o que no creemos de verdad en Jesucristo o que no les queremos verdaderamente a ellos. Cuando alguien descubre un tesoro, debe intentar compartirlo con aquellos a quienes ama” (“Eucaristía” 1990).
Se trata del final del primer discurso de Pedro a un auditorio exclusivamente judío (v. 36) y de la reacción provocada en el mismo (vs. 37-41). El v. 36 es una apretada síntesis del mensaje pascual. Dos hechos. El primero (la crucifixión), simplemente constatado; el segundo (la resurrección), interpretado. La resurrección de Jesús es presentada como entronización. Señor y Mesías, una realeza que lleva a cumplimiento las profecías mesiánicas; un Señor, que abre el futuro: volverá y su vuelta inaugurará la fase gloriosa del Reino de Dios. Testigo y actor de excepción es Dios en persona. Durante su caminar por Palestina, Jesús se había manifestado de tal manera que denunciaba poseer rango divino. Tenía, pues, que ser Dios mismo, en cuyo lugar se había puesto Jesús, quien aclarase si éste era o no un impostor. La resurrección constituye precisamente la respuesta de Dios; es la gran señal de que Dios aprueba la actitud prepascual de Jesús. El es efectivamente el Hijo de Dios. La conversión predicada por los profetas (Mt 3,2) y Jesús mismo (Mt 4, 17) se expresa en el bautismo (Mt 28, 19). S. Agustín ponía la atención en el centro del misterio cuando decía que este discurso muestra la magnitud del perdón hacia los que mataron a Jesús y ahora son invitados a
Éstas son las ovejas de las que dijo: ‘No he sido enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel’ (Mt 15,24). A ellas manifestó su presencia, y al ser crucificado oró por ellas que se ensañaban contra él, diciendo: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’ (Lc 23,34). El médico veía a los locos que, perdida la razón, daban muerte al médico, y al dar muerte al médico, sin saberlo, se propinaban una medicina. Con ese Señor muerto nos hemos curado todos; hemos sido redimidos con su sangre y liberados del hambre con el pan de su cuerpo. Esa presencia manifestó Cristo a los judíos. Por eso dijo: No he sido enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel (Mt 15,24). Quería manifestarles la presencia de su cuerpo, pero no desdeñar o marginar a las ovejas que tenía entre los gentiles”.
2. Con el Salmo 22 vemos la maravillosa profecía de lo que es la esperanza cristiana, siglos antes de ser proclamada; estos 6 versículos en sus 4 estrofas dan la pauta de todo comportamiento confiado en este Dios que lo es todo, a modo de excursión, en el camino que es la vida. La primera nos lleva de buena mano a un lugar delicioso: «El Señor es mi Pastor nada me falta, en verdes praderas me hace recostar...». Cuando las cosas no están tan fáciles, en el dolor, aparece en la segunda estrofa la confianza: “aunque pase por barrancos tenebrosos el Señor está a mi vera”, él nos cuida y nos da serenidad y paz en la dificultad. Luego, la llegada: el festín: sentados a su mesa (alusión a
Ayer veíamos como S. Pedro, ante la desbandada posterior al discurso de Cafarnaum, y la pregunta de Jesús de si querían ellos también irse, respondía: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Jesús, el buen pastor, es el único que nos habla con verdad de las dos palabras importantes de la vida: amor y muerte. No como los charlatanes que no saben tocar la fibra, hablar auténticamente del sentido de la vida. Jesús –recordaba Benedicto XVI- es el filósofo: “Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida. Lo mismo puede verse en la imagen del pastor... el pastor expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: «El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo...» (Sal 22,1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo» (cf. Sal 22,4), era la nueva «esperanza» que brotaba en la vida de los creyentes”.
El salmo 22 comienza con una afirmación atrevida: "El Señor es mi pastor, nada me falta". Hay gente que lo tiene todo aparentemente, pero se aburre... hay muchas cosas, que podríamos llamar salud física, y “social”, pero la salud interior es la más importante. Este sentido espiritual de la persona es lo esencial, donde desde Aristóteles se ha situado la centralidad de lo que es la búsqueda de la felicidad; y hay elementos difíciles de encuadrar como las emociones y sentimientos, sobre todo la búsqueda de belleza y sus variantes artísticas (música, pintura, contemplación de la naturaleza y el cosmos...). Podemos sin embargo especificar 3 aspectos: conocer la verdad (la búsqueda de la verdadera sabiduría, es, según Boecio, la verdadera medicina del alma); amar y sentirse amado (lo esencial de la persona); y tener esperanza incluso más allá de la muerte, es decir motivos para luchar en los proyectos, que es el máximo ejercicio de la libertad: el compromiso (para un cristiano, quedan ahí reflejadas la fe, la caridad y la esperanza). Con ello tenemos la armonía de las tres funciones espirituales –trascendentales- de la persona, que son inteligencia, amor y libertad. Interactúan en una realización personal en la comunión, pues la persona no se realiza sola sino como don a los demás, y es importante saber relacionarse, la empatía y formas de carácter sociable: buscando la felicidad de los demás encontramos la propia.
Iremos desarrollando estos puntos, pero ahora quería tocar algo que está como en el motor de arranque, eso que llaman ganas de emprender proyectos, ilusión por la vida, o como dice Jesús Arellano “encontrarse existiendo”, ese disfrutar de la vida tiene algo que ver con el sentido de lo sublime, de participar de lo grandioso, de lo bello: sólo la belleza es divina (porque de ahí surge todo crecimiento espiritual, en el entender, sentirse amado y amar, y vivir la libertad en una apertura a la esperanza). Perseguimos la sublimidad, como opuesto a lo muerto, lo banal: queremos optar por la vida y la tenemos en
Las pasiones incontroladas desencadenan pulsiones instintivas y dependencias (alcohol, sexo, drogas). Hay que educar toda pasión para que –integrándola en la interioridad– nos ayuden a tener un corazón bueno, a base de acciones buenas que se convierten en virtudes. Así, las tendencias hacia el bien, la verdad y la belleza van dominando todo lo que hacemos, va creciendo en nosotros un anhelo de sublimidad, de cosas grandes, y el deseo básico de amar y ser amado se va purificando de adherencias egoístas que hacen daño. La nostalgia de no tenerlo aún todo se va transformando en plenitud de tenerlo todo en la esperanza. La pena causada por la limitación de la realidad (limitaciones físicas o psicológicas, mal de la naturaleza y maldad humana) se vuelve entrega, servicio, y la certeza de que todo mal no sería permitido por Dios si no fuera porque de ello puede sacar –por caminos a nosotros desconocidos todavía– un bien más alto: surge de ahí una confianza muy grande en la vida, que ponemos no en nuestras fuerzas o en el destino, sino en algo que está más allá… en el fondo, en el amor de Dios, que no siempre se intuye directamente. Pero cuando miramos un paisaje precioso, una puesta de sol, los ojos de una persona amiga, nos embarga esa emoción del misterio… Einstein en 1930 publicó un credo, “En qué creo”, apoyando a un grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio. “La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso.”
Desde el punto de vista teológico, estamos hablando de la conformación con Cristo por la gracia y en la gloria, como explicaría Santo Tomás. Si la predestinación lleva a ser conformes a la imagen de Cristo resucitado (Rom 8, 29), ¿en qué consiste esta conformación, para que seamos dios sin dejar de ser nosotros mismos? Es decir, en el cielo no podemos estar como pegados exteriormente a un Cristo total, pero tampoco podemos disolvernos en Él pues sería panteísmo. Veamos los datos que tenemos en la teología tomasiana de la conformación “in via”, para intuir más de la sublimidad de este misterio: algunos términos claves en este sentido son: -similitudo, assimilatio de la persona a Cristo, o coniformitas, conformatio, configuratio: hay una misteriosa presencia del Espíritu Santo en el alma (misión invisible): “Spiritus enim Sanctus in se sempre vivit, sed in nobis vivit, quando facit nos in se vivere”. Y esta presencia no es pasiva sino activa (cfr. Gal 4, 6), es el Espíritu del Hijo que nos conforma a Cristo. Y así “la criatura racional puede poseer
Desde el punto de vista antropológico, estamos hablando de entender la vida como regalo. A veces pasamos por delante de algo precioso y no nos paramos a mirar, banalizamos lo más grande, y así nos pasa cuando dedicamos nuestra condición de personas a otra cosa que al regalo de darse a los demás, como decía T. Melendo: “Cualquier otra realidad, incluso el trabajo o la obra de arte más excelsa, se demuestra escasa para acoger la sublimidad ligada a la condición personal: ni puede ser «vehículo» de mi persona, ni está a la altura de aquella a la que pretendo entregarme. De ahí que, con total independencia de su valor material, el regalo sólo cumple su cometido en la medida en que yo me comprometo —me «integro»— en él. («¿Regalo, don, entrega? / Símbolo puro, signo / de que me quiero dar», escribió magistralmente Salinas)”, y la entrega a Dios Padre, la filiación divina, es lo más sublime. Quizá se podría poner ahí la clave de ser uno mismo, sentirse vivo, y la energía para ser feliz: el sentirse hijos de Dios, pero claro, para quien no conoce mucho le basta seguir ese impulso, tan luminoso que a veces los Padres lo usan como base de sus argumentos para demostrar otras verdades de fe, y se entusiasman en presentar la excelencia y sublimidad de la adopción sobrenatural; ha sido para ellos tema de desarrollos al mismo tiempo elevados como también prácticos. Así Cirilo de Jerusalén y el de Alejandría, S. Basilio, S. Juan Crisóstomo, S. Agustín, etc. Según S. Ireneo, constituye el fin de
Al ver el mundo materializado, no hemos de juzgar ni condenar, que Jesús no lo hace, sino proclamar la divina misericordia, ese amor de Dios, que es lo que más mueve: el castigo también existe, pues si no hay posibilidad de rechazo no hay libertad. Pero una vez dejado claro este supuesto, volvamos a la necesidad de las personas, de sentirse valoradas, cosa que se nota cuando oímos hablar a alguien, cuando reclama atención nos lo está diciendo de mil modos. Esto no quiere decir que las obligaciones no sean importantes, pues son todo palabras si no hay hechos, servicio, y aunque muchas personas hayan trabajado por hacer la voluntad de Dios, por un sentido de obligación quizá muy ligado a la ley, ahí están sus obras de amor, que son lo que cuentan, y no las palabras. Pero también es importante el acogimiento, sentirse querido, como me decía una persona al conocer a otros: “aquí me he sentido acogido, me he sentido bien, querido: me gusta…” Por esto hemos de volver siempre a Jesús, pues en los momentos de la historia (Papas, Concilios, teología…) se ha explicado en el tiempo, en la cultura del momento, una verdad que tienen mil potencialidades, que es dinámica, como también es dinámica nuestra comprensión, nuestro acercamiento a la verdad…
Tendríamos que imaginarnos cómo pronuncia Jesús en persona: "Nada me falta... El Padre me conduce... Aunque tenga que pasar por un valle de muerte, no temo mal alguno... Mi copa desborda... Benevolencia y felicidad sin fin... Porque Tú, Oh Padre, estás conmigo...". ¿Quién mejor que Jesús, vivió una intimidad amorosa con el Padre, su alimento, su mesa (Jn 4,32.34)? Es oveja, y pastor… "Yo soy el Buen Pastor" (Juan 10,11). La tonalidad íntima de este salmo, hace pensar en "una oveja", la única oveja que se siente mimada por el Pastor: "El Señor es mi Pastor, nada me falta". Esto evoca la solicitud de que habla Jesús cuando no duda un momento en "dejar las 99 para ir a buscar la única oveja perdida" (Mateo 18,12). Este mismo clima de "intimidad" evocará San Juan para hablar de la unión con Cristo Resucitado, retomando la imagen de la mesa servida: "entraré en su casa para cenar con El, yo cerca de El y El cerca de mí" (Apocalipsis 3,20). Los primeros cristianos cantaron mucho este salmo que lo consideraron como el salmo bautismal por excelencia: este salmo 22 se leía a los recién bautizados, la noche de Pascua, mientras subían de la piscina de inmersión de "aguas tranquilas que los hicieron revivir"... Y se dirigían hacia el lugar de
San Gregorio Nisa escribe: "En el salmo, David invita a ser oveja cuyo Pastor sea Cristo, y que no te falte bien alguno a ti para quien el Buen Pastor se convierte a la vez en pasto, en agua de reposo, en alimento, en tregua en la fatiga, en camino y guía, distribuyendo sus gracias según tus necesidades. Así enseña a
3. 1 Pedro 2,20-25: Hay situaciones en las que el hombre, injustamente oprimido, sólo puede resistir a la injusticia con la paciencia. Si el cristiano descubre entonces el sentido del sufrimiento y, sin temor a los hombres, acepta la cruz pacientemente, su dolor estará fortalecido con la esperanza que no defrauda; imitará al Maestro que también padeció injustamente, y alcanzará la vida. Jesús, que fue llevado a la muerte como oveja al matadero; Jesús, por cuyas heridas hemos sido curados, vive, y ahora es el pastor y guardián de nuestras vidas. El sufrimiento del cristiano, asociado al sufrimiento de Cristo, tiene un sentido redentor. La paciencia cristiana es la única manera de resistir a la injusticia sin desesperaciones suicidas y sin traiciones cobardes a la justicia. Estos consejos que Pedro da a los esclavos de su tiempo, deben entenderse teniendo en cuenta la situación y sabiendo que, en cualquier caso, es preciso obedecer antes a Dios que a los hombres (Hech 5, 29). Por eso, recuerda en este contexto: "Respetad al rey, pero temiendo a Dios" (v. 17). Con ello señala un límite a toda autoridad humana y condena todo servilismo (“Eucaristía” 1981). Esta paciencia tiene su fundamento en la esperanza en Jesús, como recordaba S. Agustín: “¿Cuál es, sino, la esperanza de los fieles santos que llevan bajo la alianza conyugal, con castidad y concordia, el yugo del matrimonio, o la de quienes doman en la continencia de la viudez los placeres de la carne, o la de quienes, poniendo más alta la cima de la santidad y floreciendo en la nueva virginidad, siguieron al cordero adondequiera que fuera? ¿Qué esperanza, repito, les queda; qué esperanza nos queda a nosotros, si sólo siguen a Cristo quienes derraman su sangre por él? ¿Ha de perder la madre Iglesia a sus hijos, que engendró con tanta mayor fecundidad cuanta mayor era la tranquilidad de que gozaba en tiempo de paz? ¿Ha de suplicar que llegue la persecución y la prueba para perderlos? De ninguna manera, hermanos. ¿Cómo puede pedir la persecución quien grita día a día: No nos dejes caer en la tentación? (Mt 6,13). Aquel huerto del Señor, hermanos, tiene -y lo repito una y tres veces- no sólo las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes, la hiedra del matrimonio y las violetas de las viudas. De ninguna manera, amadísimos, tiene que perder la esperanza de su vocación ninguna categoría de hombres: Cristo padeció por todos. Con toda verdad está escrito de él: ‘Quien quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’ (1 Tim 2,4)”.
Si nos preguntamos qué es ser cristiano no podemos responder que es creer en Dios, y menos aún creer en cualquier imagen de Dios (recordemos que los primeros cristianos fueron acusados de ateísmo... y de ateísmo militante). Ser cristiano es creer en aquel Dios que se nos ha manifestado en Jesús el Cristo. Pero una cosa es que Jesús sea la puerta, y otra que se quite la libertad. Los cristianos han querido configurar socialmente el espíritu del evangelio: habla de la necesidad de entrar en
Son efectivamente las formas equivocadas de religiosidad, que provocan rechazo en gentes que –sin ser unos santitos- tienen, eso sí, percepción de qué no es humano… ¿Qué tiene
4. El domingo 4º de Pascua es siempre el del Buen Pastor, se lee Juan 10 dividido, según los ciclos. Este año, la primera parte: la referida a Cristo como puerta: "Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús; contamos con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea de su carne" (Hb 10.19; Mt 27. 51). Es, pues, la misma humanidad pascual de Cristo la que se ha convertido en puerta de acceso al "santuario", a los bienes de la salvación, a "los pastos", a "la vida abundante". Aunque estemos en una Misa con pocos hermanos en la fe, de ahí surge una fuerza que puede llegar a todos, pues la salvación, ofrecida para todos, viene por esta Humanidad de Jesús y sus frutos de la aplicación de la redención, que se vive en estos sacramentos. Jesús camina delante y conoce a sus ovejas, es el interesarse por cada uno con amor, no trata a la gente como “masa social”. Censura los malos pastores. S. Agustín hablaba de cómo hay que tener un amor que lleve a buscar incluso al que no quiere ser buscado: “Tú quieres errar, tú quieres perderte; pero no quiero yo. En última instancia no quiere aquel que me atemoriza. Si yo lo quisiera, mira lo que me dice, mira cómo me increpa: No recondujisteis a la que estaba descarriada ni buscasteis a la que se había perdido”, no es fácil “conquistar” un alma que no quiere y que da miedo de que no nos escuche, en un análisis psicológico entra al fondo del alma como el buen pastor: “Llamaré a la oveja descarriada, buscaré a la perdida. Quieras o no, lo haré. Y aunque al buscarla me desgarren las zarzas de los bosques, pasaré por todos los lugares, por angostos que sean; derribaré todas las vallas; en la medida en que me dé fuerzas el Señor que me atemoriza, recorreré todo. Llamaré a la descarriada, buscaré a la perdida. Si no quieres tener que soportarme, no te extravíes, no te pierdas”. Recuerdo una película-serie, “La mejor juventud” en la que cae por el suelo el concepto de libertad de “dejar hacer” sin más, de la revolución cultural de
-«Yo soy la puerta» «Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor; he visto claro que por esta puerta hemos de entrar», escribía desenfadada Santa Teresa de Jesús. No hay otro camino que Cristo para llegar a Dios. Su humanidad es la puerta del templo. Cristo-Puerta. La puerta es una imagen entrañable y familiar; es una invitación a la relación y al encuentro; es signo de apertura. Cristo es, en primer lugar, puerta de Dios, porque nos facilita el acceso al Padre. «Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor» (Santa Teresa).
“
La parábola-alegoría del buen Pastor tiene un gran interés eclesiológico.
Entre el Pastor supremo y guardián del rebaño y las ovejas, existe una mutua relación de simpatía y de amor efectivo, una vida íntima de familia. Todo el rebaño se beneficia de la muerte del Pastor que dio libremente su vida por las ovejas. Resucitado de entre los muertos, sigue influyendo sobre ellas, sirviéndose normalmente de otros pastores que, unidos sacramental- mente con él y subordinados a él, hacen presente y eficaz su acción redentora.
Estas figuras del evangelio de hoy (puerta y pastor) expresan la función salvadora y mediadora de Jesús y también su estilo de servidor sacrificado que da la vida por sus ovejas. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2. 5); sólo a través de él la vida y la luz llegan a los hombres, y los hombres llegan a la salvación y al Padre. Jesús no admite ninguna concurrencia en esta función; todas las demás mediaciones -incluso la singular de María- son derivadas y analógicas” (Josep Maria Guix). San Gregorio de Nisa dice al Buen Pastor: «¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna» (J. Gomis).
Vivimos en un mundo de contradicciones, ídolos y modelos que ofrecen liderazgos contrapuestos, variados, contradictorios… ¿estamos en un mundo vacío de ideales? Son días de oír al Buen Pastor: “Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también. // Por descubrirte mejor / cuando balabas perdida, / dejé en un árbol la vida, / donde me subió tu amor; / si prenda quieres mayor, / mis obras hoy te la den. // Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también. // Pasto al fin yo tuyo hecho, / ¿cuál dará mayor asombro, / el traerte yo en el hombro / o traerme tú en el pecho? / Prendas son de amor estrecho / que aun los más ciegos las ven. // Oveja perdida, ven / sobre mis hombros; que hoy / no sólo tu Pastor soy / sino tu pasto también” (Luís de Góngora). Son días de pedirle: “Pastor bueno, vela con solicitud sobre nosotros y haz que el rebaño adquirido por la sangre de tu Hijo pueda gozar eternamente de las verdes praderas de tu reino y tener parte de la admirable victoria de su Pastor” (Oración después de la comunión / Oración colecta).
LLuciá Pou Sabaté
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