martes, 23 de agosto de 2011

Fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Nata nael


Fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Nata nael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agregándolo a los Do". Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio

Ap 21, 9b-14. Doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Sal 144.1. Que tus fieles, Señor, proclamen la Gloria de tu reinado.


San Juan 1,43-51:
El seguimiento de Jesús de Natanael y su sencillez

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté

Texto del Evangelio (Jn 1,43-51):

En aquel tiempo, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Comentario:

«Ven y lo verás» es la frase que ahora pronuncia Felipe ante Natanael, eco de la que les dijo a Jesús a los primeros que le siguieron aquellos días: “venid y veréis”. Se ve que las palabras de Jesús calaban hondo, y las repetían en su apostolado.

Hemos visto en los pasajes de estos los primeros en seguir a Cristo: Andrés y Juan, Pedro y Santiago, Felipe y Bartolomé. “He visto a aquellos cinco hombres que seguían a Jesús hacia Galilea.. Y me he quedado siguiéndoles con los ojos... y pensando en esa gesta trascendentalmente gloriosa que, aunque olvidada de los hombres, esos varones de Dios van a realizar. Y con qué sencillez... Yo estaba a un lado del camino, arreglando una de las ruedas de mi carro, cuando vi venir hacia mí a Jesús con Juan, con Andrés y con su hermano Pedro, y, sin querer, escuché la conversación...

Pedro y Andrés dijeron al Señor:

-Mira, Jesús, por ahí viene Felipe, que es, como nosotros, de Betsaida; le conocemos desde la infancia, juntos hemos jugado en la tierra de las calles de nuestro pueblo; es muy noble y generoso, y tiene un gran corazón. Creemos que podría ser uno de los primeros.

Yo miré hacia atrás y vi a un hombre joven que venía de camino, con una especie de saco medio lleno a la espalda. Frente despejada, ojos claros y vivos, alegre semblante, que se acerca sonriendo al grupo que, parado, le esperaba cerca de donde yo estaba distraído con una de las cosas de siempre. Ellos no se fijaron en mí. Cambiaron alegres saludos de amistad y muchas palabras en arameo salieron de sus labios, pero una se quedó grabada en mis oídos, cuyos ecos no se me olvidaron en la vida, y desde entonces todas las cosas me repiten sin cesar:

-Sígueme.

Fue Jesús de Nazaret quien la pronunció. Vi que Felipe arrojó lejos el saco que traía y en seguida, pidiendo permiso, se marchó presuroso, corriendo, por aquella senda que va a Caná.

Yo me quedé pensando, mientras aquellos hombres aguardaban, si Felipe habría ido a despedirse de su casa...; pero no, la senda que cogió no iba en la dirección que traía; además Felipe no tiene la familia en Caná, la tiene en Betsaida.

Yo seguía arreglando la rueda de mi carro mientras ellos esperaban conversando, y no sabía contestarme a mi curiosa pregunta:

-¿Adónde había ido Felipe?

Al mediodía vi que Felipe volvía corriendo al grupo que aguardaba; pero no venía solo. Un hombre, amigo suyo, corría con él, un poco atrás. Llegó Felipe y dijo al Mesías:

-¡Es mi amigo Bartolomé!

-He aquí un verdadero israelita -dijo Jesús cuando se acercaba Natanael- en él que no hay doblez ni engaño.

-¿De dónde me conoces? -preguntó el recién llegado.

-Antes que Felipe te llamara, yo te vi cuando estabas debajo de la higuera.

Natanael se arroja al suelo, y con las rodillas clavadas en el polvo del camino, los ojos abiertos, muy abiertos, dice a Jesús:

-Tú eres el Hijo de Dios.

Entonces fue cuando yo vi claro: comprendí en un momento todo lo que aquel grupo de hombres, que se reunían junto a un camino de Galilea, podía significar para el mundo, para ese mundo distraído, ignorante de que, en aquellos momentos, en uno de los caminos de la tierra, se reunían unos hombres, a campo descubierto, para algo sencillamente trascendental.

Presté más mis oídos, pero no pude escuchar nada. Comenzaron en seguida a andar, y yo me quedé junto a mi carro, viendo alejarse a Jesús, el carpintero, con cinco hombres que se le han reunido... Van hacia Galilea. ¡Cinco hombres se le suman!

Felipe no fue a despedirse, no. Fue, y fue corriendo, a llamar a un amigo, a traerle a ese camino seguro, como son todos los caminos cuando por ellos se sigue muy de cerca al Señor. No fue a despedirse, empleó el tiempo de la despedida en avisar a un nuevo apóstol, en ganar a un hombre para la revolución sobrenatural, hacia la que se dirigen aquellos hombres por el camino de Galilea (cf. Camino, no. 806: J. A. González Lobato: "Caminando con Jesús").

Vemos a Natanael y nos sorprendemos, por el diálogo secreto que mantiene con Jesús. No sabemos a qué se refería Jesús cuando le dice que le vio debajo de la higuera, pero bien podría él estar desengañado de la vida, pensando en que si había un sentido, una vocación, un Dios que le llamara para algo, que le diera un signo, y Jesús al referirse a aquel “ya te vi…” le hace ver el signo que esperaba, por eso le llama “Maestro” y proclama su fe: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». También alaba Jesús la sencillez del nuevo apóstol. Son muchos los momentos de su predicación en los que el Señor se refiere a esta virtud; aquí admira la ausencia de doblez en Natanael.

Vemos también hoy la amistad firme de Felipe, sin la que su amigo no hubiera encontrado a Jesús. “Nadie como Él puede llenar el corazón del hombre de paz y felicidad. Si Jesús vive en tu corazón, el deseo de compartirlo se convertirá en una necesidad. De aquí nace el sentido del apostolado cristiano. Cuando Jesús, más tarde, nos invite a tirar las redes nos dirá a cada uno de nosotros que debemos ser pescadores de hombres, que son muchos los que necesitan a Dios, que el hambre de trascendencia, de verdad, de felicidad... hay Alguien que puede colmarla por completo: Jesucristo” (Rafael Felipe).

«Solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio). Nadie puede dar lo que no tiene, por eso necesitamos tratar a Jesús para poder mostrarlo a otros, así han hecho los santos. El mejor modo de tratarlo es en el pan y la palabra, la Eucaristía y la oración.

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