domingo, 7 de agosto de 2011

Santo Domingo de Guzmán (1171-1221)

Santo Domingo de Guzmán (1171-1221)
por Albino González Menéndez-Reigada, o.p.

BIOGRAFÍA


Al servicio de la Palabra
Domingo de Guzmán (1170-1

221) fue hijo del venerable Félix de Guzmán y de la beata Juana de Aza. Nació en Caleruega, Burgos, por el año 1170.

Estudió humanidades en Gumiel de Izán, y acaso en La Vid o Silos, y luego cursó Artes y Teología en el Estudio General de Palencia, por los años 1185 a 1195

.
Allí cultivó la dialéctica y aprendió el oficio de expositor y disputador, pero sobre todo se dedicó al estudio, meditación, asimilación de la Palabra de Dios en la Biblia. En esto tenía sus delicias. Allí también, durante los cursos de teología, se solidarizó totalmente con el pueblo que pasaba momentos de angustia económica, a causa de guerras y malas cosechas, vendió los libros y códices que había adquirido a alto precio, y tomó clara conciencia de que “no podía estudiar so
bre pieles muertas, códices, mientras veía morir a las vivas, los hombres”.

Concluidos los estudios de teología, el Obispo del Burgo de Osma le pidió que se incorporara a su Cabildo catedral y así lo hizo, tomando el hábito y profesando como Canónigo Regular. Ordenado sacerdote, se dedicó al estudio, a la oración y culto y a la predicación.
En 1203, formó parte de la comitiva que, en no

mbre del rey Alfonso VIII de Castilla, fue a pedir la mano de una princesa de Dinamarca para el hijo del rey; y en el camino, al pasar por el sur de Francia con el obispo Diego de Acebes, conoció de cerca la descristianización de aquellas tierras, a causa de la herejía catara y valdense, predicó a Cristo y obtuvo las primeras conversiones.

A partir de 1205, con Diego de Acebes, y más aún a partir de 1207, tras la muerte del obispo, asumió la responsabilidad de la predicación entre los herejes, y formó un grupo de apòstoles-misioneros que vivían en pob

reza, obediencia, al servicio de las iglesias.

Consumidos varios años más en ardorosa evangelización, fundó la Orden de Frailes Predicadores, que fue confirmada por el Papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Sus primeros frailes vinieron a España en 1218.
ORACIÓN:

Santo Domingo, luz de la Iglesia santa, maestro de la verdad, rosa de paciencia, marfil de castidad, predicador de la gracia; tú que distribuiste gratuitamente el agua de la sabiduría a los pueblos, únenos a los santos en el servicio de la Palabra. Amén.

LUNES DE LA SEMANA 19ª DEL TIEMPO

ORDINARIO

1.- Dt 10, 12-22

1-1.

-Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios?

-No otra cosa sino que temas al Señor tu Dios, que sigas todos sus caminos, que le ames, que sirvas al Señor tu Dios con todo tu

corazón y con toda tu alma, que guardes los mandamientos del Señor que te prescribo hoy para que seas feliz...

En una frase admirable se resume todo el Deuteronomio: temer a Dios, amarle, servirle, ser fiel a su Voluntad... ¡es fuente de felicidad!

Jesús no dirá otra cosa en el evangelio. (Mateo 19,16 18).

«Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.» «Mi manjar es hacer la voluntad de aquél que me ha enviado.» ¿Es también mi «religión»?, ¿

mi felicidad?, la mía...

-Mira: Del Señor tu Dios son los cielos, la tierra y cuanto hay en ella. Sin embargo sólo de tus padres se prendó el Señor, por amor a ellos y de ellos, eligió a su descendencia entre todas las naciones, es decir a vosotros, hasta el día de hoy.

La experiencia de haber sido elegido.

Es la experiencia misma del amor. Recordad vuestras experiencias ¡Cuán misterioso es todo ello!

Israel hizo esta experiencia. Sabe perfectamente que Dios es el Dios de todos los pueblos y los ama a todos. Y, con todo, descubrió ser «preferido». De otro modo ¿cómo explicar todos esos acontecimientos de lo

s que ha sido protagonista? Israel no era más que un montón de esclavos en Egipto... y he aquí que cuarenta años más tarde pasó a ser una comunidad viva, libre, y que, sin dejar de ser pequeña y débil llegó a ser una luz espiritual definitiva para todos los hombres que buscan un sentido a su destino. La Biblia es el gran documento religioso de la humanidad.

La experiencia de lsrael, su elección, se extiende a todos los pueblos. ¿Cómo vivo yo mismo mi propia elección, mi vocación de bautizado? ¿Cuál es la experiencia privilegiada de amor que el bautismo me invita a vivir? ¿Soy consciente de que, en la comunión universal, yo vivo esa gracia en provecho de toda la humanidad... como una especie de testigo del amor de Dios por todos?

-Circuncidad pues vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz porque el Señor vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande y temible, que no hace acepción de personas ni se deja corromper con regalos ni sobornos.

La elección particular de Israel no puede ser utilizada por éste como una garantía automática de salvación. ¡No es un privilegio, es una exigencia!

No basta pertenecer materialmente a esa raza, por la circuncisión ritual. Sobre todo hay que corresponder al amor de Dios por una «circuncisión del corazón». Y esto es posible a todos los hombres, sin diferencia.

Jesús repetirá: los ritos no bastan... Dios puede, de esas piedras, dar «hijos a Abraham». (Mateo 3, 9)

¿Y yo, Señor? ¡cambia mi corazón! Haz que viva de veras mi vocación.

-Dios hace justicia al huérfano y a la viuda y ama al forastero a quien da pan y vestido.

Amad al forastero porque forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.

¡Cuán ejemplares son esas páginas tan llenas de matices! Una de las obligaciones principales de ese pueblo «elegido» es «amar a los demás», a todos los demás, ¡a los forasteros particularmente! No hay que vanagloriarse de la propia elección: hay que vivirla adoptando los mismos sentimientos de Dios, el cual ama a todos los hombres.

«Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo.. . » (NOEL QUESSON)


Sal 147,

12Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
13
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
14ha puesto paz en tus fronteras y
te sacia con flor de harina.

15ÉI envía su mensaje a la tierra
y su palabra corre veloz;

19Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
20
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus

mandatos.

El salmo

a) Para la meditación

Al Sal 147 podemos aplicarle lo que escribe san Ambrosio a propósito del Magníficat: «Que en cada uno esté el alma de María para proclamar la grandeza del Señor». Que también nosotros estemos llamados a alabar a nuestro Dios por sus muchos prodigios; cuanto más profunda sea la contemplación de éstos, tanto más crecerá la alegría de descubrir qué grande es nuestro Dios. El es el protagonista de este salmo: el que da la paz; alimenta con el pan de vida; envía su Palabra a la tierra. Es también él quien ordena los grandes prodigios de la naturaleza y realiza cosas maravillosas que nosotros, hombres desencantados, no podemos más que admirar embobados.

La misma Palabra que ha creado la luz, los astros, el hombre, continúa desplegando su omnipotencia en los fenómenos que nos acontecen a diario, pero el motivo por el que nuestra alabanza puede y debe elevarse en plenitud es el descubrimiento de que esta Palabra ha venido a plantar su tienda entre nosotros (Jn 1,14). Desde entonces todo ha cambiado: cada alma está llamada -como María- a acoger al Verbo de la vida, al amor hecho carne que ha venido a morar en su pueblo. Se comprende, por consiguiente, que la elección de Jerusalén, de Israel, fuera en vistas a todos nosotros, que estamos llamados a presentarnos al Padre como hijos en el Hijo amado.

b) Para la oración

Señor, Dios nuestro, mediante el bautismo nos has hecho el don de entrar en la nueva Jerusalén, en la santa Iglesia. Te alabamos y te damos gracias por haber enviado tu Palabra a realizar su maravilloso recorrido entre nosotros. Ni siquiera la muerte pudo detenerla; más aún, gracias a la fuerza de su Espíritu, don del Resucitado, sigue ella resonando hasta los últimos confines de la tierra. Haznos también a nosotros testigos ardientes de tu Verbo, para que todos los hombres se reconozcan como hijos de tu pueblo, alimentado por tu Hijo, Pan de vida.

c) Para la contemplación

Aumenta cuanto puedas los méritos, multiplica los sudores: la misericordia del Señor vale más que la vida.

Ella me reconcilia con el Padre, ella me restituye la herencia, y con una gracia más abundante me hace experimentar las bien conocidas alegrías de la sinfonía, del canto y de la exultación de toda la familia. No me avergüenzo de confesar que, especialmente al comienzo de mi conversión, me sentía duro y frío de corazón, y buscaba a aquel a quien quería amar mi alma; de hecho, no le amaba todavía o le amaba menos de lo que quería, por eso pedía poder amarle más.

Así pues, mientras buscaba a aquel en el que pudiera encontrar fervor y reposo mi espíritu languidecido y entorpecido, no había nadie que me saliera al encuentro y me ayudara a hacer desaparecer la intensa niebla y la rígida bruma que entumecía mis sentidos internos y a recuperar así la tibieza y la dulzura primaverales. Mi alma languidecía cada vez más, se aburría y dormitaba por tedio, triste y casi desesperada, susurrando para sí estas palabras: «¿Quién podrá resistir ante este frío?» (v 17).

Y he aquí que, de improviso, a una palabra, o a la sola presencia de cierto hombre espiritual, sopló el espíritu y corrieron las aguas, y las lágrimas eran mi pan de día y de noche (Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los cantares, XIV, 4s, passim).

d) Para la vida

Repite a menudo y reza este versículo del salmo:

«Glorifica al Señor, Jerusalén» (v. 12).

e) Para la lectura espiritual

Al final de todo el salterio se encuentra el pequeño Halle/ (Sal 147-150). El designio del hombre sobre el hombre se realiza en la historia, en el hombre se resume toda la creación. El salterio canta la relación del hombre, de toda la humanidad, con Dios, pero contempla la realización de esta relación en una creación que es revelación de la gloria de Dios y, asimismo, el reino del hombre. La alabanza se convierte en el único contenido de la vida del hombre; más aún, del universo. La palabra ya no es invocación y plegaria, pues la transformación del hombre está consumada: se ha hecho hombre en la oración del pobre, pero el hombre se ha convertido ahora en Dios por participación de amor en la alabanza pura del Verbo.

A través del hombre, es toda la creación la que alaba al Señor. La función del hombre es invitar y llamar a todas las criaturas del cielo, de la tierra y del mar a la alabanza de Dios, o, más bien, es el mismo hombre el que presta su voz a esta alabanza universal en la que se consuma la vida de toda la creación. Ahora bien, ¿cuál es el motivo de esta alabanza a Dios, sino la misma gloria de Dios que se desborda en el universo? ¿Su misericordia que ha colmado los abismos de la creación? ¿Su fidelidad que ha salvado a Israel? Ni siquiera en los últimos salmos del pequeño Halle/ la luz fulgurante de Dios que llena todo de sí mismo cancela el recuerdo de Sión, de la Ciudad Santa, de la alianza de Dios con Israel.

Dios es glorificado así menos por lo que es en sí mismo que por lo que hace. Es obra suya la creación, es obra suya, sobre todo, la salvación de Israel. En su obra brilla la omnipotencia, pero, especialmente, brillan la misericordia y la fidelidad. Ha cumplido todo lo que había prometido. El preso, el huérfano y la viuda han encontrado ayuda en él; de él han obtenido la salvación el ciego y el cojo. Jerusalén ha sido reconstruida; los dispersados han sido reunidos en la Ciudad Santa. Dios está en medio de su pueblo como defensa segura, ha establecido la paz en sus confines y sacia a su pueblo de todo bien. La alabanza divina refluye sobre todo. La luz de Dios, en vez de eclipsar el universo, se desborda sobre las cosas y las ilumina, se difunde por el universo y lo glorifica (D. Barsotti, Introduzione al salmi, Brescia 1972, 260-263).

Segundo anuncio de la pasión (Mt/17, 22 – 27)

22 Mientras andaban juntos por Galilea, les dijo Jesús: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres, 23 y le darán muerte; pero al tercer día resucitará. Y ellos quedaron consternados.

Por segunda vez Jesús habla abiertamente de la pasión del Mesías. Esta vez habla de una forma algo más breve, y en parte con otras expresiones. Es significativo lo que se dice al comienzo: que ha de ser entregado en manos de los hombres. El que pertenece por completo a Dios, llegará a ser presa de los hombres. Podrán hacer con él, y de hecho lo harán, "cuanto se les antoje" cf. ]7,12). Manos de hombre le cogerán y atarán, le darán golpes, le oprimirán la cabeza con una corona de espinas, lo arrastrarán al monte y lo clavarán en la cruz. Realmente será puesto en manos de hombres, que vendrán a ser el instrumento de la arbitrariedad y de la violencia humanas. El mismo Dios deja de la mano a su Mesías, lo entrega. Lo da a la impotencia, sin liberarle de ella. Al primer anuncio Pedro había reaccionado con su apasionada protesta (16,22). Después del segundo anuncio solamente se dice que quedaron consternados. Ésta es otra manera de responder a las palabras de la pasión: tristeza y resignación, que son también, a su manera, un modo de dejarse caer. La tristeza puede ser una simpatía y compasión humanas y ardientes, o también la gran tristeza por el estado del mundo (d. 5,4). Aquí la tristeza más bien es un desaliento de la voluntad humana de vivir, porque el sentido del mensaje todavía no se ha entendido.

h) Jesús y la contribución para el templo (Mt/17/24-27).

24 Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de las dos dracmas y le preguntaron: ¿Vuestro maestro no paga el impuesto? 25 El contesta: Claro que sí. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se anticipó a decirle: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben impuestos o tributos los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraños?

En el recorrido por la Galilea (17,22) Jesús llega otra vez a "su ciudad", Cafarnaúm. Entonces vienen unos cobradores de impuestos y preguntan a Pedro si su Maestro paga el impuesto prescrito del templo. No era el impuesto que era recaudado para el imperio romano por medio del gobernador, sino un impuesto personal propio de los israelitas, Cualquier varón israelita adulto había de contribuir a conservar el templo y a mantener el ofrecimiento de sacrificios. Por abreviar aquí se dice solamente "el impuesto de las dos dracmas"; todos sabían a qué se hacía referencia con esta expresión (*). Es sintomático que aquí de nuevo se haga la pregunta a Pedro. Éste contesta con naturalidad diciendo que sí. Jesús es un israelita con todos los derechos y obligaciones. Habla del templo con profundo respeto, aunque conoce el carácter provisional del templo (12,6); Jesús tiene el ofrecimiento de los sacrificios por una evidente obligación (cf. 5,23s).
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* IMPUESTOS/JUDIOS El impuesto personal, que se pagaba todos los años, fue introducido por Nehemías (Neh 10,32s). Se recaudaba el mes de adar antes de la fiesta de la pascua y ascendía a medio siclo por persona. Medio siclo corresponde a dos dracmas, de aquí el nombre de didracma o dracma doble. Es la unidad básica griega como medio de pago. Al siclo israelita correspondía el estáter, que vale cuatro dracmas. El estáter que Pedro ha de sacar del pez, equivale al impuesto de dos personas: un estáter = 4 dracmas = un siclo. Cf. H. HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, 4, 1967. col.1965s.
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26 Al contestar él que de los extraños, le dijo Jesús: Por consiguiente, exentos están los hijos. 27 Sin embargo, para no darles motivo de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y al primer pez que pique, sácalo; luego le abres la boca, y encontrarás un estáter; tómalo y dáselo a ellos por ti y por mí.

Antes que Pedro pueda informar o pueda desembolsar lo que exige el cobrador de impuestos, se le anticipa Jesús con una pregunta. El diálogo a solas vuelve a tener lugar "en casa". Jesús aduce una comparación para ilustrar el caso. Los reyes de los reinos terrenales recaudan sus impuestos de los extraños, pero no de los que pertenecen al propio pueblo, por no hablar de los miembros de su propia familia. ¿Qué significa la comparación? Los hijos están exentos, sobre todo lo está el Hijo por antonomasia. Mediante la filiación de Jesús los discípulos participan en esta libertad, forman parte de la familia del Mesías (cf. 12, 46-50). Jesús no tiene necesidad de pagar ningún impuesto del templo, porque es el Hijo del Padre. En él hay uno "más grande que el templo" (12,6). Son palabras sublimes que, como aquellas otras: "Aquí hay uno que es más que Salomón" (12,42b), ponen de manifiesto quién es Jesús. Pedro lo había confesado (16,16), pero no lo había examinado minuciosamente en sus repercusiones prácticas. ¿Quién llegaría también a este pensamiento? Los caminos de la fe son extensos y ramificados. La fe penetra despacio y paulatinamente en todos los ámbitos de la vida, de tal forma que la más pequeña cuestión, por trivial y práctica que sea, ha de ser vista y solucionada a la luz de la fe. De nuevo surge la posibilidad del escándalo. Jesús la toma tan en serio, que en esta cuestión incluso procede de una manera distinta de la que piensa según los principios. Pero procede de un modo soberano. No se sacan las dos dracmas de la caja común, sino que hay que encontrarlas. Por medio del pequeño milagro debe patentizarse que el mismo Dios cuida de este asunto. Así se echa de ver la exención del Mesías, se honra a Dios y no se da escándalo a los hombres. En la vida de la Iglesia también hay situaciones, en las que tiene que ser tenido en cuenta el escándalo de los demás. A menudo no se puede hablar con una claridad total o no se puede proceder con una consecuencia radical para no derribar más que construir. No es fácil encontrar estos caminos. Y junto a ellos están al acecho los peligros de ilusión, del temor a los hombres o de táctica. Sólo la fe íntegra, capaz de trasladar montañas, puede recorrer estos caminos con seguridad.

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