sábado, 30 de abril de 2011

#Pascua, domingo 2º de la Divina Misericordia: con la Resurrección, Jesús nos entrega el Espíritu Santo con el que se derrama sobre nosotros la divina




Pascua, domingo 2º de la Divina Misericordia: con la Resurrección, Jesús nos entrega el Espíritu Santo con el que se derrama sobre nosotros la divina misericordia del Padre

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2,42-47: Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Salmo 117, 2-4,22-27: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. / Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. / Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. / Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; / el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. / Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. / La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. / Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1,3-9: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo, nuestro Señor. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Evangelio (Jn 20,19-31): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Comentario: Queremos revivir, como esta octava de la Resurrección que hoy termina, el “domingo”, “día del Señor”. Ya estamos convencidos de la presencia del Señor cuando nos saludamos al comenzar: "El Señor esté con vosotros".

a) El segundo domingo de Pascua celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, que Juan Pablo II instauró en el comienzo del milenio: "En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres. Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000). Hay unas Indulgencias anejas: "Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti")".

Santa Faustina promovió esta devoción, y Juan Pablo II al canonizarla la extendió a toda la Iglesia, como dijo en la homilía de la basílica de la misericordia: "hoy en este santuario quiero realizar un solemne acto de consagración del mundo a la misericordia divina”, con el deseo de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, que fue aquí proclamado por medio de santa Faustina, se extienda por toda la tierra. La santa así lo vio: "La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300). La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742). Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia. La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales: 1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor. Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina". 2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias: "Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad". 3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona: "Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia". 4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias: "Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio". 5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día. "Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas". Santa Faustina Kowalska consiguió lo que había querido: Juan Pablo II en su canonización anunció: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros» (la encíclica dedicada a Dios Padre se llamó «Dives in misericordia», “Rico en misericordia”). La liturgia del segundo domingo de Pascua y las lecturas del breviario siguen siendo las mismas, pero ya en ellas se ve esta devoción latente.

b) Aquí el texto rezuma optimismo, seguramente debido a la conducta ejemplar de algunos como Bernabé, que daban el tono que aquí se indica, de compartir todo. La Virgen, con el Espíritu Santo, es la gran protagonista de estos momentos (cf. J. M. Montforte): Desde la mañana de la resurrección, ella sin aparecer en el relato, constituye el ambiente de familia de la Iglesia con sus delicadezas maternales. Pienso que a quien primero se le aparece Jesús es a ella, en la intimidad de su corazón, como luego veremos. “¿Qué hizo María en esos cuarenta días que median entre la Resurrección y la Ascensión de Jesús? Sabemos por los relatos evangélicos las apariciones del Resucitado a sus discípulos tanto en Jerusalén, como en Judea y Galilea. La fe de los suyos, sin duda, tras haberse tambaleado, se robusteció. Jesús no era sólo el Redentor y Salvador de Israel, era también el Hijo de Dios. Antes le llamaban «Rabbí» (Maestro): ahora comienzan a llamarle -como lo hizo ya Tomás- «Señor mío» y «Dios mío»”. Estaban con miedo, quizá también porque la acusación de profanar la tumba (robar el cuerpo del Señor) era grave, y estaba castigada con la muerte. Luego, las apariciones, Galilea y “tras la Ascensión, los discípulos y María vuelven a Jerusalén llenos de alegría. Ahora era distinto que en la Ultima Cena, porque sabían que el Señor les acompañaría siempre, aunque ya no podrían hablarle como hasta ahora... Ahora, María, la «Madre de Jesús» era para aquellos discípulos algo más, porque Él era ya «el Señor». Además para Ella fue un añadido a su alegría saber que muchos de los parientes y vecinos de Nazaret que «no habían creído» antes, están ahora en el grupo de los fieles. Para Ella ahora todos estos eran «hijos suyos», se unieron a María en el terreno espiritual. Con el encargo de su Hijo desde la Cruz… conocía los sentimientos y la misión de Jesús, de manera que todo el amor de María se concentró en la obra de Jesús. Cuando los discípulos comenzaron a rezar en la espera de la venida del Espíritu, Ella rezaba y se unía a la oración de los apóstoles en aquellas delicadas y decisivas circunstancias”. Los Apóstoles, obedeciendo la orden recibida de Jesús antes de su partida hacia el Padre, se habían reunido allí y «perseveraban... con un mismo espíritu» en la oración. «Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, a la distancia de un camino permitido en sábado. Y cuando llegaron subieron al Cenáculo donde vivían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago» (Act 1,12-13). No estaban solos, pues contaban con la participación de otros discípulos, hombres y mujeres. «Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús y sus hermanos» (Act 1,14). Con estas sencillas palabras el autor sagrado, señala la presencia de la Madre de Cristo en el Cenáculo, en los días de preparación para Pentecostés. “Fue nuevamente el Espíritu Santo quien elevó a María, en alas de la más ferviente caridad, al oficio de Orante por excelencia en el Cenáculo, donde los discípulos de Jesús estaban en espera del prometido Paráclito. Así es como Ella está presente con los Doce, «en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia»”.

«Pensemos ahora en aquellos días que siguieron a la Ascensión, en espera de la Pentecostés. Los discípulos llenos de fe por el triunfo de Cristo resucitado y anhelantes ante la promesa del Espíritu Santo, quieren sentirse unidos, y los encontramos "cum Maria matre Iesu", con María, la madre de Jesús. La oración de los discípulos acompaña a la oración de María: era la oración de una familia unida» (san Josemaría Escrivá). San Lucas nombra a María, la Madre de Jesús, entre estas personas que pertenecían a la comunidad originaria de Jerusalén, y lo hace sin añadir nada de particular respecto a Ella. «Esta vez quien nos transmite ese dato es San Lucas, el evangelista que ha narrado con más extensión la infancia de Jesús. Parece como si quisiera darnos a entender que, así como María tuvo un papel de primer plano en la Encarnación del Verbo, de una manera análoga estuvo presente también en los orígenes de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo» (id.). Es decir, así como la venida al mundo del Hijo de Dios es presentada en estrecha relación con la persona de María, así también ahora se presenta el nacimiento de la Iglesia vinculado con Ella. La simple constatación de su presencia en el Cenáculo de Pentecostés basta para hacernos entrever toda la importancia que Lucas atribuye a este detalle. “María aparece, pues, en el libro de los Hechos como una de las personas que participan, en calidad de miembro de la primera comunidad de la Iglesia naciente, en la preparación para Pentecostés. En el momento de la Anunciación María ya experimentó la venida del Espíritu Santo y fue asociada de modo único e irrepetible al misterio de Cristo. Ahora, en el Cenáculo de Jerusalén, cuando mediante los acontecimientos pascuales el misterio de Cristo sobre la tierra llegó a su plenitud, María se encuentra en la comunidad de los discípulos para preparar una nueva venida del Espíritu Santo, y un nuevo nacimiento: el nacimiento de la Iglesia”.

Unida a la Iglesia, formando en su corazón la nueva familia de Jesús, con los «discípulos» de su Hijo, es tipo y ejemplar acabadísimo de la misma Iglesia en la fe y en la caridad. La oración de María en el Cenáculo, como preparación a Pentecostés, tiene un significado especial, precisamente por razón del vínculo con el Espíritu Santo que se estableció en el momento del misterio de la Encarnación. Desde Pentecostés --donde «todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Act 2,4)- María quedó para siempre unida al camino de la Iglesia. “La comunidad apostólica tenía necesidad de su presencia y de aquella perseverancia en la oración, en compañía de la Madre del Señor. Se puede decir que en aquella oración «en compañía de María» se trasluce su particular mediación, nacida del Amor y de la plenitud de los dones del Espíritu Santo”. San Agustín lo expresaba así: «cooperó con su caridad para que nacieran en la Iglesia los fieles, miembros de aquella cabeza, de la que es efectivamente madre según el cuerpo». María, esposa del Espíritu Santo, imploraba Su venida a la Iglesia, nacida del costado de Cristo atravesado en la cruz, y ahora a punto de manifestarse al mundo. «Desde el primer momento de la vida de la Iglesia, todos los cristianos que han buscado el amor de Dios, ese amor que se nos revela y se hace carne en Jesucristo, se han encontrado con la Virgen, y han experimentado de maneras muy diversas su maternal solicitud. La Virgen Santísima puede llamarse con verdad madre de todos los cristianos» (san Josemaría).

c) Hoy vemos el testimonio de la Resurrección con el desprendimiento del dinero, el compartir los bienes y la atención a los hermanos reales, con la oración y la alegría. Hoy, domingo de la divina misericordia, vayamos con confianza a la Virgen, como escuchó san Josemaría en corazón que a ella se aplicaban las palabras de la Escritura, “vayamos con confianza al trono de la gracia para conseguir misericordia”, sólo que escuchó en lugar de “gracia” “gloria”, pues eso, “adeamus cum fiducia ad thronum gloriæ…” Vayamos con alegría y confianza a María, Señora Nuestra, que es Trono de la gloria de Dios, “ut misericordiam consequamur”: para que tenga misericordia de la humanidad, de la Iglesia, y de cada uno de nosotros. La misericordia de Dios se extiende de generación en generación, como cantó María y recordaba en nuestra época Juan Pablo II: “Di gracias por lo que la divina misericordia ha realizado en el siglo XX, gracias a la intercesión materna de María. A la luz de las apariciones de Fátima, los acontecimientos de este período histórico tan convulso asumen una elocuencia singular. Por eso, no es difícil comprender mejor cuánta misericordia ha derramado Dios sobre la Iglesia y sobre la humanidad por medio de María”.

La vida del hombre transcurre y se realiza entre sueños y realidades. Cualquier proyecto de vida lleva consigo una carga de utopía que luego puede contrastar con la realidad conseguida. Y aquí vemos ese sueño que con la Virgen, nuestra esperanza, se va haciendo realidad en la historia, el mandamiento nuevo del amor, el vínculo de la nueva familia de Jesús, de los hijos de Dios, en unidad de corazón y Espíritu.

2. Compuesto para la liturgia hebrea, este salmo recibe un puesto destacado en la cristiana, que encuentra reflejados en él los misterios redentores de la vida de Cristo, hemos visto como el Señor cantó este salmo al finalizar la Ultima Cena, y la liturgia de acción de gracias de la Nueva Alianza, inaugurada con la Eucaristía, encontró en la expresión de este salmo una admirable conclusión. Con los sentimientos que se contienen en él, nuestro Salvador se encaminó hacia la vía dolorosa que le introduciría en la gloria del día eterno. Pero ya con anterioridad, Jesús había revelado el significado mesiánico de este salmo refiriéndose a él en una acalorada discusión sostenida con los sacerdotes y fariseos que rehusaban admitir en su Persona al Mesías enviado por Dios. El salmo es citado por Jesús cuando habla de la viña y los viñadores, hace con ello referencia a la bondad de Dios, la malicia e ignorancia de los hombres, y como él, viña que se planta en nuestra historia, produce brotes nuevos. Con ello, el salmo queda re-interpretado, el rey es el agricultor, y todo nos habla de la bondad de la creación de Dios y de la grandeza de la elección con la que él nos busca y nos ama. Pero habla también de la historia que sucedió después, el fracaso del hombre. “Dios había plantado vides escogidas y sin embargo dieron agraces. ¿Qué son los agraces? La uva buena que se espera Dios, dice el profeta, habría consistido en la justicia y en la rectitud. Los agraces son por el contrario la violencia, el derramamiento de sangre y la opresión, que hacen gemir a la gente bajo el yugo de la injusticia. En el Evangelio, la imagen cambia: la vid produce uva buena, pero los viñadores arrendadores se quedan con ella. No están dispuestos a entregarla al propietario. Golpean y matan a sus mensajeros y matan a su Hijo. Su motivación es sencilla: quieren convertirse en propietarios; se apoderan de lo que no les pertenece. En el Antiguo Testamento, ante todo aparece la acusación de violación de la justicia social, el desprecio del hombre por parte del hombre. En el fondo, sin embargo, se ve que con el desprecio de la Torá, del derecho dado por Dios, se desprecia al mismo Dios; sólo se quiere gozar del propio poder. Este aspecto es subrayado plenamente en la parábola de Jesús: los arrendadores no quieren tener un patrón y estos arrendadores nos sirven de espejo a nosotros, hombres, que usurpamos la creación que se nos ha confiado en gestión. Queremos ser los dueños en primera persona y solos. Queremos poseer el mundo y nuestra misma vida de manera ilimitada. Dios nos estorba o se hace de Él una simple frase devota o se le niega todo, desterrándolo de la vida pública, hasta que de este modo deje de tener significado alguno. La tolerancia que sólo admite a Dios como opinión privada, pero que le niega el dominio público, la realidad del mundo y de nuestra vida, no es tolerancia, sino hipocresía. Ahora bien, allí donde el hombre se convierte en el único dueño del mundo y en propietario de sí mismo no puede haber justicia. Allí sólo puede dominar el arbitrio del poder y de los intereses. Es verdad, se puede expulsar al Hijo de la viña y matarlo para disfrutar egoístamente de los frutos de la tierra. Pero entonces la viña se transforma muy pronto en terreno sin cultivar, pisado por los jabalíes”. Benedicto XVI, en la liturgia de otro día, que comentaba otro salmo (Salmo 79, 14) hace consideraciones que explican cuanto intentamos decir: “El Señor, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, anuncia el juicio a la viña infiel. El juicio que Isaías preveía se ha realizado en las grandes guerras y exilios impuestos por los asirios y los babilonios. El juicio anunciado por el Señor Jesús se refiere sobre todo a la destrucción de Jerusalén, en el año 70. Pero la amenaza del juicio nos afecta también a nosotros, a la Iglesia en Europa, a la Iglesia de Occidente en general. Con este Evangelio el Señor grita también a nuestros oídos las palabras que dirigió en el Apocalipsis a la Iglesia de Éfeso: «Iré donde ti y cambiaré de su lugar tu candelero, si no te arrepientes» (2, 5). También se nos puede quitar a nosotros la luz, y haremos bien en dejar resonar en nuestra alma esta advertencia con toda su seriedad, gritando al mismo tiempo al Señor: «¡Ayúdanos a convertirnos! ¡Danos la gracia de una auténtica renovación! No permitas que se apague tu luz entre nosotros! ¡Refuerza nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor para que podamos dar buenos frutos!».

Al llegar aquí nos surge la pregunta: «Pero, ¿no hay una promesa, una palabra de consuelo en la lectura y en la página evangélica de hoy? La amenaza, ¿es la última palabra?» ¡No! Hay una promesa y es la última palabra, la esencial. La escuchamos en el versículo del aleluya, tomado del Evangelio de Juan: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto» (Juan 15, 5). Con estas palabras del Señor, Juan nos ilustra el último, el auténtico final de la historia de la viña de Dios. Dios no fracasa. Al final, triunfa, triunfa el amor. Se da ya una velada alusión a esto en la parábola de la viña propuesta por el Evangelio de hoy y en sus palabras conclusivas. En ella, la muerte del Hijo no es el final de la historia, aunque no la cuenta directamente. Pero Jesús expresa esta muerte a través de una nueva imagen tomada del Salmo: «La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido…» (Mateo 21, 42; Salmo 117, 22). De la muerte del Hijo surge la vida, se forma un nuevo edificio, una nueva viña. En Caná, cambió el agua en vino, transformó su sangre en el vino del verdadero amor y de este modo transforma el vino en su sangre. En el cenáculo anticipó su muerte y la transformó en el don de sí mismo, en un acto de amor radical. Su sangre es don, es amor y por este motivo es el verdadero vino que se esperaba el Creador. De este modo, Cristo mismo se convirtió en la viña y esa viña da siempre buen fruto: la presencia de su amor por nosotros, que es indestructible.

Estas palabras convergen al final en el misterio de la Eucaristía, en la que el Señor nos da el pan de la vida y el vino de su amor y nos invita a la fiesta del amor eterno. Nosotros celebramos la Eucaristía con la conciencia de que su precio fue la muerte del Hijo, el sacrificio de su vida, que en ella queda presente. Cada vez que comemos de este pan y cada vez que bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que venga, dice san Pablo (Cf. 1 Corintios 11, 26). Pero también sabemos que de esta muerte surge la vida, pues Jesús la transformó en un gesto de oblación, en un acto de amor, trasformándola profundamente: el amor ha vencido a la muerte. En la santa Eucaristía, desde la cruz nos atrae a todos hacia sí (Juan 12, 32) y nos convierte en sarmientos de la vid, que es Él mismo. Si permanecemos unidos a Él, entonces daremos fruto también nosotros, entonces ya no daremos el vinagre de la autosuficiencia, del descontento de Dios y de su creación, sino el buen vino de la alegría en Dios y del amor por el prójimo. Pidamos al Señor que… siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo podamos ayudar al mundo a convertirse -en Cristo y con Cristo- en la vid fecunda de Dios. Amén”. (Con este texto hemos dado otra visión a este salmo, ya muy comentado en estos días).

3. La "bendición" que abre la carta de Pedro y la alusión que allí se hace a la regeneración han inducido a pensar en una liturgia bautismal. El comienzo de la carta tiene un estilo según las costumbres judías: bendecir al Señor, exclamar ante lo que hizo y sigue haciendo por su pueblo, como también vemos que ha quedado en nuestras plegarias eucarísticas más antiguas. Aquí, la oración es inmediatamente cristianizada: se "bendice" al Padre de nuestro Señor Jesucristo, que al resucitar a Cristo de la muerte nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva; viene muy bien a cuento ahora, cuando la resurrección proporciona todo su fundamento a la esperanza de cuantos son hijos de Dios. Para nosotros esta esperanza no es una espera, sino ya una posesión de la realidad. Este pasaje de la primera carta de Pedro señala claramente el objeto de esta esperanza: la herencia reservada en el cielo. Por eso, las pruebas que al presente nos afligen no pueden empañar nuestra alegría. Todas las penas se pueden llevar con esta esperanza: vamos a obtener la salvación, que es la meta de nuestra fe. Fe que –fruto de la experiencia de Dios- lleva a una actitud de "bendición" (Adrien Nocent).

Este domingo, que cierra la octava de Pascua, suele llamarse "in albis", es decir, de las vestiduras blancas que habían llevado los nuevos bautizados durante toda la semana. Todos cristianos de ayer o desde hace mucho tiempo, somos de alguna manera "recién nacidos", tenemos la necesidad de comprender mejor "que el bautismo nos ha purificado, que el Espíritu nos ha hecho renacer y que la sangre nos ha redimido", como reza la Oración colecta de la Misa.

4. Pedro y Juan fueron solos al sepulcro, avisados por las santas mujeres que no encontraron el cuerpo del Señor; María Magdalena volvió allí sola, y después de hablar con el Resucitado, se dirigió otra vez por encargo suyo a los discípulos para decirles que el Señor había resucitado. Seguiremos el comentario de J. M. Montforte, intentando ver el papel de la Virgen: ¿Y María, la Madre de Jesús? Es difícil suponer que no tuviera comunicación alguna con las otras mujeres. Pero también es preciso considerar que María tenía una fe muy superior al resto de los discípulos y mujeres en que «al tercer día resucitaría», mientras éstas sólo pensaban en cómo embalsamar el cuerpo de Jesús. Quizá querían dejar tranquila a María en su dolor. De hecho cuando la Magdalena encuentra el sepulcro vacío, no acude a María, sino a los Apóstoles. Los primeros testigos de la Resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres. La Magdalena no lo reconoció en un primer momento y le confundió con el jardinero del huerto donde estaba el sepulcro; a los apóstoles en el Cenáculo a puertas cerradas; antes, a aquellos dos que iban a Enmaús, les acompañó en su caminata; a los quinientos discípulos de Galilea les dio cita en la montaña, como conciertan dos amigos una entrevista... A su Madre debió presentarse dándola a conocer su estado glorioso y que ya no viviría como antes en la tierra; quizá le volvió a recordar que ya en la Cruz le había entregado a Juan como su hijo.... Desde luego la Madre del Resucitado fue la más fiel y la que superó mejor la prueba de la fe ante la Cruz, por lo que la confiere una primacía singular en el misterio de la Resurrección. María, por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que pertenece al grupo de los discípulos que se encuentran con Jesús en las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también Ella de la plenitud de la alegría pascual.

La misma tarde del «primer día de la semana», cuando se aparece a los Apóstoles mostrándoles las heridas de las manos y del costado, Jesús «sopla» sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo» (Ioh 20,22). Jesús ya glorioso, como les había prometido, les envía el Espíritu divino. ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en la Resurrección? El sacrificio de la Cruz es un acto propio de Cristo, por el que «recibe» el Espíritu Santo, de manera que después Él, junto con el Padre, se lo entrega a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo, es decir a la Iglesia, a la humanidad entera. Jesús lo «envía» desde el Padre. (Luego, según Lucas, habrá otra efusión del Espíritu, a los 50 días). Los escritos inspirados del NT contienen una profesión de fe en este misterio, recogida por los Apóstoles de la fuente viva de la primera comunidad cristiana. En esa profesión de fe se encuentra, entre otras, la afirmación según la cual el Espiritu Santo que actúa en la Resurrección es el Espiritu de santificación. Efectivamente, es san Pablo quien más profundiza en este misterio, cuando, por ejemplo, presentando a Cristo como el anunciador del Evangelio de Dios, afirma: «el Evangelio... acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espiritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro». Es decir, «la "elevación" mesiánica de Cristo por el Espíritu Santo alcanza su culmen en la Resurrección, en la cual se revela también como Hijo de Dios "lleno de poder"». En definitiva, Cristo, que era ya el Hijo de Dios en el momento de su concepción --en el seno de María-- por obra del Espíritu Santo, en la Resurrección es «constituido» fuente de vida y de santidad --«lleno de poder de santificación»-- por obra del mismo Espíritu Santo.

Más aún. La nueva vida en Cristo es vida en el Espíritu. En el capítulo quince de la Primera Carta a los Corintios, san Pablo comienza recogiendo la tradición de la Iglesia: «Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce» (1 Co 15,3-5). En este punto el Apóstol enumera diversas "cristofanías" que tuvieron lugar tras la Resurrección, recordando al final la que él mismo había experimentado. Se trata de un texto muy importante que documenta no sólo la convicción que tenían los primeros cristianos sobre la Resurrección de Cristo, sino también el contenido pneumatológico y escatológico de aquella fe de la Iglesia primitiva, reflejado en la misma predicación apostólica. Relacionando la Resurrección de Cristo con la fe en la universal «resurrección del cuerpo», el Apóstol establece también un nexo entre Cristo y Adán en estos términos: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida» (1 Cor 15,45). Al afirmar que Adán fue hecho «alma viviente», Pablo cita el conocido texto del Génesis según el cual Adán fue hecho «alma viviente» gracias al «aliento de vida» que Dios «insufló en sus narices». Después, Pablo argumenta que Jesucristo, como hombre resucitado, supera a Adán, porque posee la plenitud del Espíritu Santo, que debe dar una vida nueva al hombre para convertirlo en un ser espiritual. Ahora bien, el hecho de que el nuevo Adán haya llegado a ser «espíritu que da vida» no significa que se identifique como persona con el Espíritu Santo que «da la vida» --vida divina por medio de su Muerte y de su Resurrección, es decir, por medio del sacrificio ofrecido en la Cruz--, sino que, al poseer como hombre la plenitud de este Espíritu, lo entrega a los Apóstoles, a la Iglesia y a la humanidad, como antes hemos dicho. No olvidemos que este texto del Apóstol forma parte de la instrucción paulina sobre la muerte y el destino del cuerpo humano del que es principio vital -y natural- el alma, que en el momento de la muerte lo abandona. La Resurrección de Cristo, para san Pablo, responde a este misterio y resuelve este interrogante con una certeza de fe. El cuerpo de Cristo, pleno del Espíritu Santo en la Resurrección es la fuente de la nueva vida de los cuerpos resucitados: «se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual». El cuerpo «natural» -es decir, animado por la psyché- está destinado a desaparecer para dejar lugar al cuerpo «espiritual», animado por el pneuma, el Espíritu, que es principio de vida nueva ya durante la actual vida mortal, pero alcanzará su plena eficacia después de la muerte. Entonces será autor de la resurrección del «cuerpo natural» en toda la realidad del «cuerpo pneumático» mediante la unión con Cristo resucitado, hombre celeste y «Espíritu que da vida». Por tanto, la futura resurrección de los cuerpos está vinculada a su espiritualización a semejanza del Cuerpo de Cristo, vivificado por el poder del Espíritu Santo.

Ésta es la respuesta del Apóstol al interrogante que él mismo se plantea: «¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?». «¡Necio! -exclama san Pablo-. Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad... Así también en la resurrección de los muertos: ...se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual». Y llegamos a la conclusión: la vida en Cristo es al mismo tiempo la vida en el Espíritu Santo: «Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece (a Cristo)». La verdadera libertad se halla en Cristo y en su Espíritu, «porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte».

La santificación en Cristo es, pues, al mismo tiempo la santificación en el Espíritu Santo. Si Cristo «intercede por nosotros», entonces también el Espíritu Santo «intercede por nosotros con gemidos inefables... Intercede a favor de los santos según Dios». Como se puede deducir de estos textos paulinos, el Espíritu Santo que ha actuado en la Resurrección de Cristo, ya infunde en el cristiano la nueva vida, en la perspectiva escatológica de la futura resurrección. Existe, pues, una relación estrechísima entre la Resurrección de Cristo, la vida nueva del cristiano --liberado del pecado y hecho partícipe del misterio pascual--, y la futura reconstrucción de la unidad de cuerpo y alma en la resurrección tras la muerte. En suma, el Espíritu Santo es el autor de todo el desarrollo de la vida nueva en Cristo. Se puede decir, en fin, que la misión de Cristo alcanza realmente su culmen en el misterio pascual, donde la estrecha relación entre la cristología y la pneumatología se abre -ante la mirada del creyente y ante la investigación del teólogo-, al horizonte escatológico; y, además, esta perspectiva incluye también el plano eclesiológico”.

viernes, 29 de abril de 2011

# ORAR

Leer, junto con las lecturas del día, un libro de Oración: esto es escuchar a Dios.

Visitar un Sagrario y hacer quince minutos de oración mental: esto es hablar con Dios.

Es imprescindible escuchar a Dios y, es lo más importante del día hablar con Dios.

Aún así, falta lo más interesante del día: La Santa Misa... MI QUERIDA MISA.

Como dicen los castizos: Hay que tener tiempo pa to.

#No hemos de pedir cosas mágicas a Jesús, el éxito de la vida es tenerlo a Él mismo como Amigo, y con Él tenemos todo lo demás, para verlo así necesit

MIÉRCOLES PRIMERO: no hemos de pedir cosas mágicas a Jesús, el éxito de la vida es tenerlo a Él mismo como Amigo, y con Él tenemos todo lo demás, para verlo así necesitamos conversión

Dios no se asusta de mí. Quizá hayas visto la película "Tarzán en Nueva York". Describe las divertidas aventuras de Tarzán y Chita cuando son trasladados en avión desde la selva a la ciudad de los rascacielos, donde todo les llena de asombro y les ocurren mil peripecias. Chita protagoniza una de las sorpresas: al llegar a la habitación del hotel ve reflejada su fea cara sobre el gran espejo del armario. El susto fue tan descomunal que, lanzando un terrible bramido presa de pavor, salió corriendo: no se imaginaba que aquel feísimo "monstruo" que ha visto en la habitación es su propia imagen reflejada en el espejo. La escena acaba bien: Chita se refugió en los brazos de Tarzán, que la cogió con afecto, calmándola con sus caricias. Y es que Tarzán quería a Chita como era: con sus pelos negros y largos, su rostro de irracional y su mirada extraviada.
Dios nos quiere a cada uno de nosotros infinitamente más: sabe mejor que nadie cómo somos; conoce nuestros fallos; no ignora que somos miserables y que tenemos muchos defectos. Nos conoce mucho mejor que podemos conocernos a nosotros mismos, y tiene en cuenta nuestras cosas buenas y nuestros deseos de mejorar (José Pedro Manglano). Dios no se asusta de nuestras tonterías. Gracias, Dios mío, porque me quieres a mí y a cada uno más que todas las madres del mundo puedan querer a sus hijos; no te asustas ante nuestras torpezas, ni ante nuestras miserias, y nos acoges con un cariño infinitamente mayor que el que tenía Tarzán a Chita. El problema es que cuando yo voy descubriendo mis limitaciones, fallos, miserias, etc., me puedo "medio asustar" y pensar que no me es posible ser santo, que no puedo estar cerca de ti, entonces puedo desanimarme, olvidarme de que Tú me quieres como soy, y alejarme de Ti. Que no me pase esto, Señor. Si alguna vez me alejo de Ti, volveré corriendo a tu lado contándote lo que me pasa. Y también a las personas que me fío: padres, hermanos, abuelos, parientes, en el cole el preceptor o tutor, amigos y sacerdote, etc., porque cuando se me mete una idea de que soy super-raro y el único que le pasa algo, como que tengo una cara fea porque me sale un grano, en cuanto lo cuento y me dicen que es normal… me quedo ya tranquilo. Y esto en todo…

Jonás fue a Nínive, la gran ciudad, y predicó durante un día entero: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios: promulgaron un ayuno y todos, grandes y pequeños, se vistieron de sayal. También el rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de sayal y se sentó en el suelo. Luego mandó pregonar en Nínive este bando: "Por orden del rey y sus ministros, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado, ni pasten ni beban agua. Que se vistan de sayal, clamen a Dios con fuerza y que todos se conviertan de su mala conducta y de sus violentas acciones". Y Dios protegió la ciudad.
Jesús dice hoy que la Reina de Sava “vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás”. Le pedimos que no tengamos el corazón duro, y hagamos caso de esta llamada a mejorar. ¡Qué pena, cuando Jesús «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron»! Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de los 40 días?, ¿en casa notan ya que estoy mejorando?: si controlo un poco más el potro salvaje que llevo dentro, que hay que domar (ayuno, sacrificio). Si conecto con Jesús como hijo de Dios que es algo mucho más mágico que los de Avatar conectando con la madre tierra o con su cabalgadura pues así “cargamos las pilas” y nos encendemos de energía de amor de Dios, nos revestimos de la coraza de la fortaleza para arrancar las malas hierbas del egoismo en nuestra vida (oración). Si una vez hemos preparado nuestra alma sembramos la buena semilla del amor y la llevamos a todos con el servicio y la sonrisa (caridad): «Señor, mira complacido a tu pueblo, que desea entregarse a Ti con una vida santa; y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras». Hay quien piensa que ser feliz es tener una consola o el último juego de la UI, o tener suerte con los exámenes o con los amigos o con la lotería, tener éxito. Pero el éxito es tener a Jesús, ahí está todo. Él dice: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre», el “todo será mejor” del cielo. Queremos ver a Jesús, que se haga realidad todo lo que soñamos, ese mundo mejor, y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». Ese mundo mágico del Padre se ha hecho visible en el Hijo. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. Rezar nos cansa a veces, no sabemos. Hemos de purificarnos, nuestra alma está “miope”, por eso ahora que dentro de cuarenta días será Pascua, la gran fiesta de nuestra salvación, vamos a prepararnos… con el salmo de hoy: «oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme». Nos invita la Iglesia a pedir perdón y a perdonarnos unos a otros. Y por mucho que nos cueste algo, más grande es la misericordia de Dios. Vamos aprendiendo a hacer la confesión con sinceridad, como dice el salmo: “¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! / ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! / Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. / No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”.
Jonás lo pasó mal, cuentan que no se portaba muy bien y se lo tragó un monstruo marino y los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» quedó marcado, las huellas de la experiencia de la muerte le hicieron madurar, dejó de ser un joven frívolo y salió hecho un profeta de pies a cabeza. Señor, si a veces lo paso mal, y Tú lo permites, que aproveche aquel “castigo” no para encerrarme en mis tonterías, sino para madurar. No para quedarme en mi habitación llorando sin abrir a nadie diciendo “no quiero cenar ni hablar con nadie”, “quiero morirme”, “no quiero respirar”, sino diciéndome: “si Tú quieres esto, Señor, será como tus tres días de estar en la Cruz y en el sepulcro, será para resucitar como el gusano que se transforma en mariposa, para vivir a una vida mejor, para transformarme en una persona mucho más fuerte y aprovechar de esta “crisis” y con ayuda de la Virgen, que me trae toda Gracia, que sea una “oportunidad” de victoria.

"Llucià Pou Sabaté"










Yvette Camou
Buena anología de Tarzán en Nueva York. Chita tuvo su suerte de contar con un Tarzán que la amaba, a pesar de su aspecto. En la novela "Metamorfosis" de Franz Kafka, el pobre Gregor despierta convertido en insecto y no percibe el amor de nadie; entra en una introspección que más bien parece sicoanálisis. Lo que Dios quiere para nosotros no es una metamorfosis de estas, sino una conversión. Para lograr esta conversión, necesitamos experimentar su Amor, su Misericordia. Al igual que Chita, nosotros también descubrimos eso feo que llevamos dentro pero necesitamos los brazos de un Padre Misericordioso que nos rechace. Si no s quedamos sólo con esa imagen de lo feo, entonces ¿Hacia dónde va a ser el cambio o conversión? Tiene que ser hacia Dios porque si no es así, vamos a terminar en depresión.....o hasta en suicidio. Para fortalecer nuestra voluntad y lograr la conversión que Dios quiere en nostros, necesitamos la oración, el ayuno y la penitencia. Jonás también tuvo su conversión para poder llegar a ser profeta en Nínive. Sobre Jonás, P. Llucià, rescátenos del fundamentalismo. Muchos de nosotros crecimos coloreando libros de niños, con páginas donde Jonás estaba dentro del vientre de la ballena. Esta reflexión no menciona a la ballena, sino al centro de la tierra, pero muchos crecimos con la ballena. Quizás en la pedagogía para niños sirva eso, pero parece que no llegamos a crecer bien en nuestra fe y nos quedamos espiritualmente hablando, en el vientre de la ballena.

Yvette Camou Erratas: Necesitamos un Padre Misericordioso que NO nos rechace

Llucià Pou Sabaté
Jonás era seguramente alguien conocido, como también el santo Job, pero unos siglos después es mitificado para construir un tema nuevo: él se considera culpable de la tormenta, y se ofrece para ser echado al agua, como así hacen. El relato ya no es histórico, pero la verdad que subyace sí: cae en el agua donde le echan, pero Dios no le deja. Pasa 3 días en la negrura y el traidor se convierte en profeta de Jesús, de la resurrección (ver el romance de la gotita de agua http://es.catholic.net/vocaciones/639/1860/articulo.php?id=19793) y con la intervención divina cambia la historia, cuando es más negra noche amanece Dios. No sólo para su vida, sino también para todo el pueblo de Nínive... En fin, podríamos hablar largo y tendido pero podemos dejarlo para el día que toque esa lectura...

Llucià Pou Sabaté En fin, Yvette, muchas gracias por darme la ocasión de comentar algo de Jonás!

Yvette Camou
Muy hermoso el romance de la Gotita de Agua. Nos falta visión, algo que tenemos que aprender de los místicos para educar nuestra alma. O mejor dicho, nos falta ejercer más la contemplación, al igual que nuestra Madre María y vivir siempre atentos a la escucha del Señor. El lenguaje que usa este relato de la gotita tiene hasta un efecto purificador. Es el lenguaje de la humildad y de la caridad. En la contemplación, también se evangeliza....y dejamos que cambie nuestra historia con la intervención de Dios. Los niños son muy sensibles a la escucha de la Palabra de Dios, pero con los sistemas educativos modernos, no aprovechamos esto. Nomás les damos el libro de colorear y una buena caja de Crayolas y es así como crecemos con la imagen coloreada

Llucià Pou Sabaté Muchas gracias, Yvette! Se me olvidó decir que naturalmente que el mito del pez grande no es cierto en cuanto a historicidad, pero es muy cierto en cuento a tantas y tantas cosas, la más impresionante es la profecía de que en la negrura del pecado, la oscuridad de los 3 días, está profetizado el sepulcro de Jesús y su resurrección.... y la nuestra!

#El que tiene fe, no se desanima, su corazón está firme en el Señor, como Jesús, que siempre está fuerte; a quien pedimos hoy: ¡enséñanos a ser como t

Llucià Pou Sabaté
Martes de la 9ª semana. El que tiene fe, no se desanima, su corazón está firme en el Señor, como Jesús, que siempre está fuerte; a quien pedimos hoy: ¡enséñanos a ser como tú!

1. Tobías (2,9-14) tuvo una desgracia: “Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me recosté contra la tapia, con el rostro cubierto a causa del calor. Ignoraba yo que arriba, en el muro, hubiera gorriones; me cayó excremento caliente sobre los ojos y me salieron manchas blancas. Fui a los médicos, para que me curasen; pero cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Cuatro años estuve sin ver. Todos mis hermanos estaban afligidos; Ajikar, por su parte, proveyó a mi sustento durante dos años, hasta que se trasladó a Elimaida. En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo su jornal y le añadieron un cabrito para una comida. Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces, llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa robada.» Ella me dijo: «Es un regalo que me han añadido a mi sueldo.» Pero yo no la creí; ordené que lo devolviera a los dueños y me irrité contra ella por este asunto. Entonces ella me replicó: «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!»” Es una escena tan precisa y tan viva que se recuerda toda la vida aunque se haya oído contar una sola vez. Dios no interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones, y el que se porta bien también recibe palos. Y cuando nos pasan desgracias, nos cuesta creer. Es conveniente poner algo de sentido del humor, si es posible… somos criaturas limitadas. Sobre todo porque del mal puede resultar un bien. Dios no ha querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido", es decir no ha hecho un milagro para impedirlo, para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción. ¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo «permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió. Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por la vida!

2. El Salmo (112,1-2,7-9) canta: “¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos. No tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor”. Un cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien, sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u hostiles. Un buen cristiano no pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la puerta a la confianza en Dios. Además, podemos también reflexionar sobre cómo reaccionamos ante una persona cercana a nosotros a quien le pasan estas desgracias: ¿contribuimos con nuestra palabra amable a devolverle la esperanza, o nuestros comentarios todavía le hunden más? (J. Aldazábal).

3.- Marcos (12,13-17) “Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de él”. Las personas hemos sido creadas «a imagen de Dios»: la efigie de Dios es más importante que la del emperador. Jesús no niega lo humano, «dad al César», pero lo relativiza, «dad a Dios». Las cosas humanas tienen su esfera, su legitimidad. Los problemas técnicos piden soluciones técnicas. Pero las cosas de Dios tienen también su esfera y es prioritaria. No es bueno identificar los dos niveles. Aunque tampoco haya que contraponerlos. No es bueno ni servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. No se trata de sacralizarlo todo en aras de la fe. Pero tampoco de olvidar los valores éticos y cristianos en aras de un supuesto progreso ajeno al plan de Dios. También nosotros podríamos caer en la trampa de la moneda, dando insensiblemente, contagiados por el mundo, más importancia de la debida a lo referente al bienestar material, por encima del espiritual. Un cristiano es, por una parte, ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional y política. Pero es también un creyente, y en su escala de valores, sobre todo en casos de conflicto, da preeminencia a «las cosas de Dios» (J. Aldazábal).

Cristo responde con un argumento ad hominem: vosotros aceptáis la autoridad y los favores del imperio romano; aceptad también sus prescripciones y someteos a sus exigencias. No se pronuncia, pues, respecto a la legitimidad del poder; se limita a hacer constancia de que es aceptado y que, como tal, exige obediencia. Al actuar así, Jesús desacraliza el concepto de impuesto, que no es ya, como lo era para los judíos, un acto religioso en beneficio del templo y un reconocimiento de la teocracia, sino un acto profano regulado por el bien común.

De esta forma quedan los inquisidores reducidos a su sitio y al mismo tiempo confirmados en su celo prorromano. Por eso añade Cristo un inciso: "y dad a Dios lo que es de Dios". Es decir: actuad de forma que vuestra obediencia cívica no esté en contradicción con vuestros deberes para con Dios.

De donde se sigue una doble lección: la autoridad civil tiene derecho a la obediencia, sobre todo la de quienes se benefician de las ventajas que representa (Rom 13, 1-8; Tit 3, 1-3; 1 Pe 2 13-3, 17), pero esa obediencia no puede contradecir una obediencia superior: la que se debe a Dios.

La distinción que el Evangelio establece entre lo que es del César y lo que es de Dios no implica una contradicción intrínseca.

Realmente es algo que cae fuera de toda duda. El Reino de Dios no margina a los reinos terrestres asumidos por Dios en Jesucristo.

Querer dar a Dios lo que le es debido supone necesariamente también que se dé al César lo que le pertenece. El Reino de Dios no es de este mundo en el sentido de que no es uno más entre los reinos terrestres; pero está en el mundo, en el sentido de que es extensible a todos los reinos de acá abajo. No se podrá, por tanto, ser auténticamente cristiano al margen de las realidades de este mundo, y todo intento de marginación desemboca al final en un estilo de vida que es también marginal al verdadero Dios.

Juan Pedro Clemente Excelente, Llucià. Sí, nos hizo libres. Nos dió el libre albeldrío para que aprendieramos a amar. Gracias

Yvette Camou
El libro de Tobías excede las expectativas de su género literario. Por algo tiene inspiración divina. Cuatro años duró ciego su padre. Lo que deberíamos de preguntarnos nosotros es cuánto tiempo llevamos ciegos nosotros. La ceguera nuestra no se nos va a quitar con una operación usando lásers. Es una ceguera más profunda. Necesitamos un proceso de conversión para que se nos quite. San Pablo lo logró al llegar a Damasco gracias a esa infusión del Espíritu Santo. La respuesta de Ana, en una época en que escasamente la mujer retaba al marido, cuestionando qué había sido de sus limosnas y sus buenas obras. Eso es algo que nos inquieta a todos los Cristianos en la hora de la adversidad y hasta preguntamos '¿Porqué a mi?' No reconocemos la misericordia de Dios.....En el Evangelio, esta reflexión también creo que es aplicable al terrible pecado de nuestra época, la legalización del aborto. El Estado no es Dios y no debe de decidir quién tiene derecho a la vida. Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo quees de Dios....y la vida pertenece a Dios, no al Estado. Vemos legislaciones absurdas que atentan contra la libertad humana. En México, DF, el Regente Marcelo Ebrard ha declarado que el feto es humano hasta las 12 semanas de gestación, por lo tanto un feto que no llega a este término, no es ser humano y puede ser abortado. Fue así que la ley fue aprobada y existe el derecho a aborto hasta antes de las 12 semanas. Quizáshabría que enseñarle un ultrasonido a Marcelo Ebrard para que se dé cuenta que hay un ser humano allí. Pero nuestros gobernantes pro-aborto y los lobbies que los apoyan no quieren aceptar la autoridad de Dios. La misma autoridad de ellos procede de Dios. Mañana empieza la Cuaresma, P. Llucià, necesitamos terapia para la ceguera pero no queremos reconocer que estamos enfermos. Necesitamos reconocer este mal en nuestras almas y pedirle a Jesús que nos sane.

Rue Bacruz salmo 29,11"el señor dara fuerza a su pueblo,dara a su pueblo bendiciones de paz".Sir34,"el señor renueva el entusiasmo e ilumina los ojos,da la salud,vida y bendicion".

Llucià Pou Sabaté
Juan Pablo II impulsó las canonizaciones. Tiene que ver con la esperanza, de la que tanto necesita nuestro mundo, como bien indica José Enrique en la página de religión con los mártires de la guerra civil española, e Yvette con los cristeros mexicanos (Padre Pro, etc.). Fue en la cautividad del pueblo hebreo bajo los sucesores de Alejandro Magno con los Macabeos, como en Babilonia con Daniel, que apareció la fe en la resurrección de los cuerpos, la vida eterna tal como luego vemos que creen los judíos (excepto los saduceos), y Jesús llevará a la plenitud esa revelación. Fue con el primer anciano macabeo, luego los hijos y la madre, y paralelamente con Daniel (todo esto se lee en la última semana del tiempo ordinario, año par, y en Adviento) cuando se da esa "reacción en cadena": cuando el mártir provoca la entrega a su alrededor. Luego los libros sapienciales explican la doctrina, pero el primer movimiento es siempre el testimonio, el martirio. Esto me ha hecho pensar que lo que mueve de verdad a la entrega es ver la entrega de los demás, en primer lugar la de Cristo, pero también la de una madre, la de los que nos rodean. La de los mártires, es configurativa del ser cristiano. Si no, no habría algo por lo que morir. Y por tanto no habría algo por lo que vivir. Porque sólo se vive cuando hay certeza de la Vida. Y esto se comprueba cuando se ve que alguien ama la Vida más que la vida, y la da con libertad. Esa es la prueba que arrastra. Y eso es lo que hoy falta. Lo que no se sabe explicar. Por eso no se da la vida. Por eso no se vive en plenitud.

Llucià Pou Sabaté
Yvette Camou decía en religión: P. Llucià, Su comentario sobre los Macabeos y Daniel. Ese me gusta para Comentarios Bíblicos. Podemos compartir el Comentario de los Macabeos con la tradición judía, incluso agregar el paralelismo que existe con Hannukah. Hay muchos católicos que no comprenden todavía esta esperanza de la Resurrección ni el porqué de la Fiesta de los Fieles Difuntos y la celebración de Todos los Santos.

# Ser leal es jugarse la vida a veces. Pero si tenemos fe, si dejamos que Jesús nos transforme, viviremos con él la esperanza del cielo

Lunes de la 9ª semana. Ser leal es jugarse la vida a veces. Pero si tenemos fe, si dejamos que Jesús nos transforme, viviremos con él la esperanza del cielo

1. Tobías (1,3;2,1-8) era un hombre de fe: “Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los asirios. En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían preparado una excelente comida y me dispuse a comer. Cuando me presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.» Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.» Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para enterrarlo. Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: “Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones en lamento.” Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver. 8 Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»” Esta semana leemos el libro de Tobías o Tobit. Un libro de los más tardíos del AT, escrito dos siglos antes de Cristo. Su género es el sapiencial o didáctico: es una historia edificante, contada con viveza y colorido. Sobre el trasfondo histórico del destierro de los israelitas, se dibuja la historia de dos familias, la de Tobías y la de Sara. Una en Nínive, otra en Ecbatana de Media. Ambas sufren dificultades, ambas son piadosas y reciben a su tiempo la ayuda de Dios. Hoy el protagonista de la lectura es Tobías padre. Un judío que antes del destierro era una buena persona, un creyente de corazón, y lo sigue siendo también en el destierro, rodeado de una sociedad pagana. Por ejemplo, muestra su buen corazón y su valentía enterrando a los muertos que quedan abandonados por la calle, a pesar de la prohibición de la ley y del poco apoyo de sus vecinos.

Los cristianos de hoy también somos invitados a defender nuestra identidad en medio de un ambiente nada fácil. Apreciamos en el mundo de hoy valores como los de la paz, la justicia, la igualdad, la ecología. Pero nos tenemos que defender de otras direcciones que, aunque estén de moda o reflejen mayorías estadísticas, ni son humanas ni cristianas, porque no respetan la vida ni la fidelidad y llevan a la superficialidad, al mero deseo de satisfacer las apetencias de los sentidos o la idolatría.

2. Salmo (112,1-6) “¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos. Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece. En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo. Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos. No, no será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo”. Este salmo se refiere tanto a la persona de fe que es Tobías padre, como sobre todo Jesús, que es el gran protagonista de la siguiente parábola.

3.- Marcos (12,1-12) cuenta que así les habló Jesús: “«Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron”. Es un drama lo que sucedió con el rechazo de Jesús. Se deshacen del hijo. Desprecian la piedra que luego resulta que era la piedra angular. No conocen el tiempo oportuno, después de tantos siglos de espera. Pero la pregunta va hoy para nosotros, que no matamos al Hijo ni le despreciamos, pero tampoco le seguimos tal vez con toda la coherencia que merece. ¿Somos una viña que da los frutos que Dios espera?; ¿sabemos darnos cuenta del tiempo oportuno de la gracia, de la ocasión de encuentro salvador que son los sacramentos?; ¿nos aprovechamos de la fuerza salvadora de la Palabra de Dios y de la Eucaristía? Cada uno, personalmente, deberíamos hoy preguntarnos si somos viñas fructíferas o estériles (J. Aldazábal). En silencio procuro evocar los beneficios de Dios: tantos cuidados, amor vigilante, precauciones. ¡Tú me amas Señor! Tú amas a todos los hombres, Tú esperas que den fruto... Te doy gracias por... por...

-Arrendó "su" viña y partió lejos de allí... Yo soy "tu" viña, Señor. Qué gran misterio... que te intereses por mí hasta tal punto, que me consideres como tuyo... Qué gran misterio... que Tú estés, aparentemente, "lejos", ausente, escondido, y sin embargo tan próximo, tan amable.

-Al primer servidor: le azotaron y le despidieron con las manos vacías... Al segundo: lo hirieron en la cabeza y lo injuriaron... Al tercero: lo mataron... A otros aún: los azotaron o los mataron. Hay ya mucha sangre en todo esto. La Pasión está cerca. Jesús la ve acercarse... será dentro de unos días. Pero ¡ese "Viñador" es un loco! A nadie se le ocurre seguir enviando a "otros servidores" cuando los primeros han vuelto mal parados o no han vuelto... ¡No! El relato de Jesús no es verosímil en sentido propio. Pero Dios, sí, Dios, tiene esta paciencia, esta perseverancia, esta locura. Dios es desconcertante. ¿Hasta dónde es capaz de llegar con su amor?

-Le quedaba todavía uno, su Hijo "muy amado" y se lo envió también a ellos... ¡Cada vez es más inverosímil! ¡Pero es así! El adjetivo "muy amado" no está aquí por azar, es el epíteto usado siempre que una voz celeste anuncia la identidad de Jesús, en el bautismo, en la transfiguración (Marcos, 1, 10; 9, 7). La salvación es una obra de amor. Dios ama "su" viña, "su" humanidad, "su" Hijo muy amado. Y es Jesús mismo quien, por primera vez, usa esta palabra. La había oído del Padre el día de su bautismo. Los tres discípulos a su vez la habían oído en lo alto de la montaña. Y he aquí que Jesús la repite por su cuenta. Levanta por fin el velo sobre su identidad profunda, después de haber pedido tantas veces que lo guardasen en secreto: y es porque ya no es posible el equívoco; todo restablecimiento humano del reino de David es ahora ilusorio; la muerte está próxima, al fin de la semana.

-El dueño de la viña vendrá. Hará perecer a los viñadores, y dará la viña a otros: "La piedra que desecharon los constructores vino a ser la principal piedra angular. ¡EI Señor es el que hizo esto y estamos viendo con nuestros ojos tal maravilla!" Jesús cita el salmo, 118, 22, el mismo que habían usado las multitudes para aclamarle, el día de su entrada mesiánica. La gloria está también allí. ¡Jesús no habla jamás de su muerte sin evocar también su resurrección! (Noel Quesson).

Juan Pedro Clemente Interesantísimo, Llucià. Para leerlo varias veces y reflexionar. Gracias.

# Jesús nos pide que como una casa se construye sobre roca, nosotros lo hagamos sobre la roca de la verdad de la fe, el camino de la esperanza y la vi

Llucià Pou Sabaté
Domingo 9º, A. # Jesús nos pide que como una casa se construye sobre roca, nosotros lo hagamos sobre la roca de la verdad de la fe, el camino de la esperanza y la vida del amor que está en Jesús que se nos da en la Eucaristía

1. Deuteronomio (11,18.26-28): “Moisés habló al pueblo diciendo: -Meteos mis palabras en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo y ponedlas de señal en vuestra frente. Mirad: hoy os pongo delante maldición y bendición: la bendición, si escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros que no habíais conocido”. Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía, después de años de preparación. Subiendo por un acantilado a sólo cien metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires. Caía a gran velocidad, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad, y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo… y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente, sintió un tirón muy fuerte que casi lo partió en dos… Sí, como todo un alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba del arnés. Después de un momento de quietud, suspendido por los aires, gritó con todas sus fuerzas: - ¡Ayudame Dios mío!…
De repente, una voz dijo en lo profundo de su interior: - Entonces, corta la cuerda que te sostiene…
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó… Cuenta el equipo de rescate que al día siguiente lo encontraron medio congelado, colgado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda… a tan solo un metro del suelo. Es necesaria la fe. Una fe decidida… Tenemos los dos caminos, y hemos de seguir el de la fe y el amor.
2. Salmo (30,2-4.17 y 25) “A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú que eres justo, ponme a salvo; / inclina tu oído hacia mí, / ven aprisa a librarme. // Sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame. // Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. / Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor”. Con la fuerza de Dios, Jesús en la Cruz se siente fuerte: es la fuerza del amor. De la resurrección próxima, Jesús lo sabe. Esta protección necesitan sentirla tantos enfermos, en los hogares y en los hospitales, tantos que quizá se sienten despreciados, tantas personas que sufren abandonados… "Tú eres mi Dios". Tú eres el Creador; yo no soy sino un poquito de polvo en tus manos. Puedes configurarme a tu antojo o dejarme reducido a la nada. Y, con todo, eres mi Dios; sí, mío, yo te tengo, me perteneces. No me has creado para luego abandonarme, sino que te ocupas de mí. Es cierto que riges al mundo entero, pero él no te preocupa más que yo: "Tú eres mi Dios; mis días están en tus manos" (Emiliana Löhr). «Mis azares». Buena suerte, mala suerte; altos y bajos; penas y gozos. Todo eso es mi vida, y todo eso está en tus manos. Tú conoces el tiempo y la medida, tú sabes mis fuerzas y mi falta de fuerzas, mis deseos y mis limitaciones, mis sueños y mis realidades. Todo eso está en tu mano, y tú me amas y quieres siempre lo mejor para mí. Esa es mi alegría y mi descanso. Que esa fe aumente en mí, Señor, y acabe con toda ansiedad y preocupación en mi vida. Desde luego que seguiré trabajando por mis «azares» con todas mis fuerzas y con toda mi alma. Soy trabajador incorregible, y no he de bajar las miras ni disminuir el esfuerzo; pero ahora lo haré con rostro alegre y corazón despreocupado, porque ya no estoy atado a conseguir el éxito por mi cuenta. Esos «azares» están en tus manos, y bien se encuentran allí. Yo ahora puedo sonreír y cantar, porque por primera vez empiezo a sentir que el yugo es suave y la carga ligera. Mi esfuerzo seguirá, pero desde ahora el resultado está en tus manos, es decir, fuera de mi competencia y, por consiguiente, fuera de mi preocupación. La paz ha vuelto a mi alma desde que yo he aprendido las benditas palabras: «Tú eres mi Dios; en tus manos están mis azares» (Carlos G. Vallés).
3. Romanos (3,21-25.28): “Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley”. Cristo inaugura la vida nueva, la del espíritu; celebrar la fe es ponerse al servicio de la justicia. Son palabras similares: por la fe soy hijo de Dios, la gracia es la fuerza de la justificación, que me salva… es todo gratis, porque Dios me ama, y ese saberse salvado por Jesús es lo más importante de mi vida, que me anima a amar a los demás… “obras son amores y no buenas razones”, como leeremos ahora.
4. Mateo (7,21-27). “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros? Yo entonces les declararé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente”. Es el final del sermón de la montaña, que hemos estado leyendo estos domingos. La última indicación, pues, para saber en qué consiste la función del discípulo de Jesús en cuanto "pescador de hombres". Deseos eficaces de querer cumplir la voluntad de Dios. Eso es todo. Escuchar y actuar. Eso es edificar sobre roca. Como la 1ª lectura: «si escucha los preceptos del Señor y los cumple». ¿Qué hay que escuchar? A Jesús, la obediencia a la palabra de Dios, como la Virgen María, la respuesta a su amor. Así, la lluvia torrencial no moverá el fundamento, anclado en la roca. Es decir, Cristo, que tantas veces viene con persecución, que no sólo pone a prueba al cristiano, sino que aumenta su solidez (Hans Urs von Balthasar).

Yvette Camou
Nos llama a escuchar y a dar respuesta a su Amor. Ha sido muy hermosa lasecuenia de estos últimos domingos con el Sermón de la Montaña. Esa secuencia tan clara desde hace5 domingos. Primero, nos llamaa la fraternidad en Mt 5, 21-26; después a amar a nueros enemigos en Mt 5, 43-48; lueo se nos presenta como Padre Amoroso en Mt 6, 5-13; nos llama a confiar plenamente en Él en Mt 6, 24-43 y hoy en este Noveno Domingo Ordinario nos llama a hacr su voluntad. Esta secuencia me parece un preludio fascinante para la Cuaresma. Y el Santo Padre dio a conocer el itinerario cuaresmal con su síntesis y podemos reflexionar emprendiendo el camino a la Pascua como él nos indica "¿Qué puede haber más adeuado que dejarse guiar por la Palabra de Dios?". Y para redescubri el Bautismo en este camino de conversión que ya se aproxima, ayúdenos P. Llucià a discernir, aunque no mande a Ejercicios Ignacianos.