viernes, 17 de junio de 2011

San Mateo 6, 24-34: Nuestra vida no es importante por nuestros méritos aunque sean revelaciones místicas y cualidades grandes, sino recibir todo de D


San Mateo 6, 24-34:
Nuestra vida no es importante por nuestros méritos aunque sean revelaciones místicas y cualidades grandes, sino recibir todo de Dios con humildad, y luchar por hacer su voluntad

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté

II Corintios 12,1-10 1 ¿Que hay que gloriarse? - aunque no trae ninguna utilidad -; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años - si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe - fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y sé que este hombre - en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe - 4 fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar. 5 De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas. 6 Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí. 7 Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. 8 Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. 9 Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. 10 Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.

Salmo 34,8-13: 8 Acampa el ángel de Yahveh en torno a los que le temen y los libra. 9 Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él. 10 Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le temen no les falta nada. 11 Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen. 12 Venid, hijos, oídme, el temor de Yahveh voy a enseñaros. 13 ¿Quién es el hombre que apetece la vida, deseoso de días para gozar de bienes?

Comentario: 1.- 2 Co 12,1-10: en todo este pasaje domina el tema de la debilidad, como siempre que Pablo describe su ministerio apostólico (1 Cor 4,9-13; 2 Cor 4,7-15; 6,4-10; 11,23-33; 12,9-10). Su debilidad está a la vista, pero deja paso a la iniciativa de Cristo que viene sustituida con su fuerza y su poder. Pablo no quiere que se busque la prueba de un mandato en los fenómenos carismáticos que acompañan a veces al ministerio apostólico. La debilidad exterior es la única que puede poner de relieve la naturaleza profunda de la misión y encuentra la garantía de todo ello en las acometidas de Satanás y el "aguijón en la carne" (vv. 7-9) que simbolizan probablemente la enemistad de los falsos hermanos (sentido de esta expresión en Núm 33, 55; Jos 23, 13; Ez 28, 24).

El criterio del ministerio apostólico está muy claro: saber aceptar con alegría y paciencia todo lo que puede asociar su vida a la humillación del Señor a quien se sirve. Es suficiente para denunciar la hipocresía de los seudoapóstoles de Corinto. En realidad, Pablo no hace sino aplicar al ministro de Cristo los criterios esenciales de la vida cristiana, imitación de la sabiduría de Cristo que se ha humillado hasta la debilidad para glorificar a Dios descubriendo la vida divina a todos los creyentes (2 Cor 13,4; 1 Cor 1, 18-19; 2,2; Fil 2,6-11) y ofreciéndoles la participación en el poder de su resurrección (Maertens-Frisque).

-Conozco a «un hombre en Cristo" que fue arrebatado hasta el tercer cielo y oyó palabras inefables... Unas revelaciones excepcionales... Pablo podría gloriarse de visiones, de gracias, de carismas, de fenómenos místicos. Se sabe portador de la verdad, gran teólogo, el mayor teólogo de todos los tiempos. Pero, en esas cosas, es discreto. No quiere que la prueba de su mandato apostólico se encuentre en los fenómenos carismáticos que verdaderamente le acompañaron. El único criterio de su ministerio apostólico es la flaqueza: saber aceptar con alegría y paciencia todo lo que une una vida a la humillación del Señor a quien sirve. «¿Me acusáis de no ser un verdadero apóstol?, parece decirnos. ¡Pues bien ! ¿me parezco o no a Cristo que se humilló hasta desfallecer para salvarnos?»

-No dudaré en gloriarme de mis flaquezas, a fin de que el poder de Cristo habite en mí... Por todo ello acepto de corazón por Cristo las flaquezas, los insultos, los ultrajes, las persecuciones y las situaciones angustiosas. Cuando soy débil... entonces soy fuerte. Ningún aspecto morboso o masoquista en todo esto. No se alegra del mal que ha sufrido por el daño que le ha hecho. Se alegra de ser «fuerte», de ser más fuerte que el mal, de ser capaz de dominarlo. Tampoco ningún aspecto tenso o exaltado o estoico. No presume de sí mismo. No es su propia fuerza de voluntad la que está en juego: conoce su flaqueza; pero Cristo sí que es fuerte y logra hacer apostolado con ese pobre y débil instrumento. Un secreto para no desanimarse nunca: no apoyarse en sus propias fuerzas. Es una gracia que me cuesta mucho aceptar. Concédemela, Señor. Repito las palabras anteriores de san Pablo como una plegaria y me atrevo a aplicarlas a mi propia vida: ¿Cuáles son mis flaquezas, mis dificultades?

-Para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí... Para que no me engría, tengo un aguijón en mi carne, un enviado de Satán que me abofetea. Tres veces rogué al Señor que lo apartase de mí... Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza.» ¿En qué consiste este aguijón doloroso, esa bofetada infernal? Una prueba tan punzante, que llega a ser insoportable. ¡Incluso a san Pablo! Contemplo esa triple súplica desconsolada de Pablo que lo abruma. Y pienso en la respuesta de Jesús: «no, amigo mío, gran apóstol mío, no te liberaré de este aguijón». ¡Nos encontramos en pleno misterio! Jesús también suplicó a su Padre entre los olivos de Getsemaní: y tampoco El fue inmediatamente liberado de su angustia extrema -de su «astilla» y de la bofetada de Satán-. La «astilla» hizo sangrar su frente y sus manos y sus pies y su costado abierto. «El discípulo no es mayor que su maestro», dijiste Tú. Pero la cruz prepara la gloria. La resurrección de todos los que tienen un aguijón en la carne se aproxima día a día. ¡Pobre y miserable condición humana! ¡Maravillosa condición humana destinada a la gloria! ¡Gracias, san Pablo! (Noel Quesson).

Es curioso como van de la mano la mística y la cruz, la experiencia del cielo y la pena del sufrimiento… La excepcional experiencia que hoy nos narra san Pablo permanece para nosotros arropada en el misterio que rodea toda relación personal entre Dios y el hombre. Todo lo que podemos decir se queda en la periferia del hecho mismo, el núcleo de la «revelación», de las «palabras arcanas» del «paraíso», pertenecen a aquella íntima realidad del hombre que, difícilmente, puede traducirse en palabras. El esfuerzo de comunicación que hace san Pablo nos da a conocer el hecho, pero no su calidad e intensidad. En todo caso, esta experiencia no se ha de confundir con la que tuvo camino de Damasco. Es un hecho posterior. Pablo nos habla como de una gracia absolutamente trascendente y gratuita, que le marcó profundamente, pero que, al mismo tiempo, no escamoteó nada de su realidad personal, sufrida y con frecuencia expuesta al dolor. El tiene conciencia de que, en realidad, su debilidad personal pone de relieve todavía más la acción de Dios en su persona y en su ministerio. De presumir, sólo puede hacerlo de su flaqueza (11,30; 12,5.9.10). Concretamente, Pablo habla de un "aguijón" en su carne, al que identifica en seguida con un «ángel de Satanás» que le golpea (12,7). Tampoco en este caso podemos saber a qué se refiere el Apóstol, y la gran variedad de opiniones es una muestra de las dificultades reales que hay al intentar concretar. Lo que sí podemos decir es que este «aguijón» implicaba para el Apóstol un serio obstáculo para su obra misionera. Pero es esta situación personal la que coloca a Pablo en una situación espiritual propia del pueblo de Dios, caracterizada ya desde el AT por un reconocimiento sincero de los límites personales y, a la vez, por una confianza total en el poder y la gracia de Dios. Esta dinámica espiritual, sin embargo, alcanza en Pablo una cualidad muy precisa: su punto de referencia se concreta específicamente en la persona de Cristo (12,9). En realidad, entre la expresión "pobre de Dios" y la usada con frecuencia por el Apóstol, «servidor de Jesucristo», hay un paso importante: el haber descubierto la manifestación de Cristo como punto central y culminante de la historia (A. R. Sastre).

Es misteriosa la noticia que nos da sobre esa «espina en la carne» o de ese «emisario de Satanás que le apalea para que no sea soberbio». No hay datos en el resto de sus cartas para saber a qué se refiere, si a una enfermedad corporal o a dificultades de tipo espiritual o psíquico. Lo que sí afirma es que eso le hace ser más humilde, y que le da ocasión para confiar en la ayuda de Dios: «te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad». Tal vez nosotros no podemos gloriarnos de visiones misteriosas ni de revelaciones místicas. Y sí, de «espinas» que experimentamos en nuestra persona y de dificultades en nuestro camino. Nunca se nos ha asegurado que la vida de un cristiano estará libre de pruebas y días malos. Sea lo que sea lo escrito hasta ahora en nuestra biografía, tendríamos que aprender de Pablo: - a no creernos nosotros el centro, sino a buscar siempre el bien de las personas y el progreso del Reino de Dios; - a no enorgullecernos si tenemos algún don particular, porque Dios nos los da para bien de los demás, para ir construyendo comunidad y evangelizar más eficazmente a Cristo en nuestro mundo: - a no perder nunca la confianza en Dios, aunque nos sintamos débiles y frágiles: «te basta mi gracia... muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo... cuando soy débil, entonces soy fuerte»; es la actitud que ha recogido el salmo: «gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él»; - incluso a alegrarnos si nos toca sufrir: «vivo contento en medio de los insultos, las privaciones, las dificultades sufridas por Cristo»; - y si tenemos alguna «espina» contra la que nos toca luchar, saber relativizarla, como hace Pablo, viendo en ella una invitación a no ser soberbios ni autosuficientes; seguramente nos ayudará también a comprender mejor a los demás, cuando descubramos en ellos dificultades o fallos (J. Aldazábal).

Los Padres fueron pensando en posibles tentaciones o enfermedades a partir de ese aguijón del que habla Pablo. S. Gregorio piensa en la concupiscencia. Modernamente se piensa en una posesión diabólica corporal. En todo caso, la cosa está en confiar en Dios y no en nuestras fuerzas. Con frecuencia se ha juzgado a la gente por los resultados, y la santidad no está en esto sino que está en la lucha, el que juzga es Dios, no podemos saber mucho de ante qué obstáculos combatimos, pues dependen de circunstancias ambientales, genéticas, de química del cerebro, etc. y uno puede parecer un pecador porque algo le sale mal y al día siguiente deja de costarle aquello sin esfuerzo… la clave está en lo que nos indica el Señor y transmite Pablo: “te basta mi gracia”: “porque Dios libra de las tribulaciones no cuando las hace desaparecer…, sino cuando con la ayuda de Dios no nos abatimos al sufrir tribulaciones” (Orígenes).

Hoy podríamos pedir al Señor que nos libre de la dificultade de la incredulidad ante un mundo paganizado: “¡Señor, qué vea!”, como pedía el ciego de Jericó a Jesús: “ut videam!”, que vea cómo darte esa respuesta de amor, cómo proceder a esta renovada conversión interior, en un mundo de ideas relativistas, secularizadas y con una fuerte componente de tendencia al bienestar y al materialismo práctico. De una parte, hemos de cuidar nuestra formación como la mejor protección. Cuentan de un tren transiberiano (también puede ser trans-andino, etc.) que en su recorrido pasaba por muchas tormentas de arena, y el polvo entraba dentro y contaminaba: ensuciaba a la gente, estropeaba las máquinas... y no sabían como cerrar bien las ventanas y puertas, pues como por ósmosis se metía dentro, pasaba entre las pequeñas aperturas y rendijas, no había forma de aislarse de la suciedad exterior, por más que probaban formas de impermeabilización. Al final se les ocurrió poner un compresor dentro de los vagones, y vieron con sorpresa que al aumentar la presión interior, ya no entraba nada de fuera, no se ensuciaban ni se rompían las máquinas. Ante el ambiente que inficciona, no podemos estar en una campana de cristal, eso no existe. Esto pasa cuando intentamos cerrarnos, de una parte lo de fuera acaba por contaminar siempre; y además hay otra cosa, y es que el normativismo sin profundizar, la disciplina sin formación, es un muelle que se contrae, y a la primera de cambio la represión se convierte en desmadre, los que no están acostumbrados al ambiente de libertad cuando salen de su ambiente protegido pueden perder el control. Aumentar la presión interior, en el trato con el Señor, en la formación… así no será nuestra alma como una balsa encharcada, que tiene agua limpia cuando ha llovido, pero al no comunicarse con el torrente de agua del río, del mar, si se estanca se llena de podredumbre y de bichos… queremos ser agua que corre, en libertad. Y para esto, se requiere profundiza en la formación en todos sus aspectos: espiritual y doctrinal, profesional y humano, apostólico y cultural…

Los Apóstoles siguieron a Jesús, con sus dudas (Mt 28,17) y sus miserias, siguiendo la tradición de los hombres de fe a lo largo de la historia (cf. Hch 11)… Dios se vale también de nuestras miserias, para que resplandezca su gloria. El mayor pecado es escandalizarnos de nuestros defectos, desesperanzarnos, descorazonarnos: no han de asustarnos las miserias, ni mucho menos las tendencias no consentidas pues el pecado está en la voluntad y no en las pasiones o sentimientos. La vida no siempre es un mar de gozo aunque sí algunas veces, y lo que siempre quiere el Señor es que tengamos paz, pues si algo nos quita la paz, aquello no es de Dios, la religión no es nunca motivo de amargura. Cuando S. Pablo le pide a Dios que le quite el aguijón de la carne, oye la respuesta en su oración: Te basta mi gracia, y además, la virtud mejora en la dificultad, al decir "virtus in infirmitate perficitur" le está indicando que una crisis es siempre una oportunidad, que al costarnos algo buscamos rezar y leer más sobre ese punto, hablarlo y aconsejarnos, luchar y con fe en el Señor, aquello se transforma en motivo de victoria. Recordaba S. Josemaría que si en nuestro corazón hay un auténtico abismo, profundo, de miserias, que nos puede llevar al infierno, también está allí la gracia de Dios, que nos quiere llevar al Paraíso. La victoria depende de nosotros, porque el Señor nos ayuda siempre. Experimentar esa pelea es una maravilla, una muestra del amor de Dios por nosotros, que nos quiere fuertes, porque “la virtud mejora en la dificultad”. Sabe también el Señor que, cuando nos damos cuenta de nuestra debilidad, nos acercamos más a El, rezamos más, nos mortificamos más, amamos más al prójimo, y así nos hacemos santos. Debemos dar muchas gracias a Dios, también por esto: porque tenemos tentaciones y luchas, porque conocemos esto que hay en nuestra vida: esta pobreza nuestra, esta miseria, esta gusanera que somos. Sin embargo el Señor nos mira con amor, porque El continúa reinando en un corazón que es así de poca cosa, pero que lucha. Lo que no quiere es un corazón donde reina Satanás, porque en él habita el pecado. Así pues, cuando nos sentimos flojos, vamos más al Señor y nos hacemos más humildes, y por esto santos: y a pesar de nuestras miserias, mejor, con nuestras miserias, seremos fieles a nuestro Padre Dios, brillará el poder divino en nuestra flaqueza, como seguía diciendo S. Josemaría: “Es éste el camino del cristiano. Resulta necesario invocar sin descanso, con una fe recia y humilde: ¡Señor!, no te fíes de mí. Yo sí que me fío de Ti. Y al barruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ternura con que Cristo Jesús nos mira, porque El no nos abandona, comprenderemos en toda su hondura las palabras del Apóstol: ‘virtus in infirmitate perficitur’; con fe en el Señor, a pesar de nuestras miserias -mejor, con nuestras miserias-, seremos fieles a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino, sosteniéndonos en medio de nuestra flaqueza”. Indicaba también que así, “a través de los montes las aguas pasarán”, como indica el salmo: con nuestra vida de fe, removeremos montes, y para ello hemos de acrecentar esta virtud, con los actos de fe que la alimentan, unidos a las intenciones de la Igleisa, del Papa. Fe es también la humildad del borrico que tiene especial necesidad de dejarse guiar, que se deja llevar por el Señor, por los que lo representan... Lección de fe es la Virgen, tipo de todos esos hombres santos que se han sucedido en la historia: patriarcas y profetas, ella es modelo de optimismo, de no perder nervios porque está unida al Señor, quien nos indica que si le acogemos la Trinidad divina vendrá a nuestra alma: “vendremos a él y haremos en él posada”… Jesús, fuente de agua viva, nos da ese gozo que salta hasta la vida eterna: “el que cree en mí no morirá… tiene ya la vida eterna”. Ella, María, nos enseña qué es acoger la palabra y entregarla a los demás, al acoger a Jesús y dárnoslo: "bienaventurada tú, que has creido", le dice su prima al verla venir cuando la visita, “porque se cumplirán las cosas que se te han anunciado de parte del Señor”. Con ella, a su lado, vamos a entender cada día más la locura de amor, el por qué de nuestra vida de hijos de Dios, poner el corazón y la cabeza en nuestra vocación, y en esas montañas blancas de la gracia, “espejearnos” en ella para remozar el alma y obtener luces claras, estudiar y preguntar, sobre el fundamento que da la libertad y la alegría. Son días de formación, y también de examen, de responder la pregunta clave: ¿Estoy contento? Ahí se indica si va bien la cosa, si ponemos “morros” (mala cara)… malo, falta algo en la entrega. Hemos de apoyarnos unos en otros, como decía Don Álvaro: "me ayudáis a ser fiel", hemos de ayudarnos en la oración y enel ejemplo al ser fieles en las cosas pequeñas. Aquello de "Dei perfecta sunt opera", las obras de Dios son perfectas. Por eso tampoco me gusta cuando se observa la práctica de la corrección fraterna como si fuera el único mandato de Jesús, y en algunos sitios las únicas advertencias que se hace la gente son las negativas, sólos de dicen las cosas malas que hacen… como muestra de amor, pero lo negativo siempre lleva a la cosa depresiva, a verse poca cosa. Jesús habla mucho más de lo positivo: amáos… hay que decirse cosas positivas: por ejemplo de 10 a 1, o de 100 a 1 por cada cosa negativa, felicitarse y decirse las cosas buenas: ¡qué bien lo has hecho!, ¡felicidades!, ¡cuánto ha gustado esto que has explicado!, etc. pues el amor ha de dominar y no el celo amargo, hay que vacunar a los miembros de la cofradía del santo reproche… porque además los cenizos empezoñan el ambiente, y los optimistas irradian “buen rollo”, como dicen ahora, y buena salud física y mental, pues hoy día incluso se teme (sin que esté demostrado aún, pero no faltan indicios) que hasta algunos cánceres se deban a tensiones interiores y estados de ánimo negativo…

No hace falta que un ‘éxtasis’ nos eleve al ‘tercer cielo’ paulino. Basta con que vayamos desgranando sobre la tierra, golpe a golpe y con suavidad, el tesoro de nuestro corazón. A la búsqueda del Reino se le concede lo necesario. ¿Pan de cada día?, que no nos falte. ¿Trabajo en cada jornada?, que no nos falte. Que no nos falte un momento de intimidad familiar, ni un amigo sincero en el que podamos confiar, ni un buen riego de agua oportuna sobre los campos, no cosecha en el granero o en el silo.... Pero que no nos falte, sobre todo, el deseo y el esfuerzo noble y continuado por secundar en todo la voluntad del Padre, sea un poco mejor o un poco peor la cosecha anual, la suerte con los hijos, el giro de la enfermedad, la prueba de fidelidad. A quien busca tu Reino, Señor, dale el pan y el trabajo y el amor de cada jornada. Amén.

2. El salmo 34 alaba al Señor y su bondad, recurriendo al lenguaje militar y recorodando al ángel del Señor que salvó a los antepasados (Gn 32,3; Ex 14,19-20) proclama que Dios sigue socorriendo (v.8) e invita a experimentar personalmente su bondad recurriendo a él. El destino “de los ricos” (v. 11) volvemos a encontrarlo cuando la Virgen dirá que a los ricos Dios los despide vacíos (Lc 1,53). Se ratifica así la forma de actuar de Dios, que deja sin su gracia a los autosuficientes frente a Él, mientras colma de ella a los humildes y, de forma singular a la Virgen la granhumilde.

En los vv.12-13 aparece el salmista como maestro de sabiduría que instruye para que a cada uno le vaya bien.

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