jueves, 2 de junio de 2011

VIERNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA: Jesús nos anima a no tener miedo, pues todo tiene un sentido en los planes de Dios, y todo será para bien de los



VIERNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA: Jesús nos anima a no tener miedo, pues todo tiene un sentido en los planes de Dios, y todo será para bien de los que Dios ama.

1. Después de Filipos y de Atenas fue Corinto la tercera ciudad de Europa que recibió el Evangelio. Una vez más Pablo será citado ante la Justicia, acusado de ser un perturbador. -Una noche, en una visión, el Señor dijo a Pablo: "No temas, habla sin callar nada, porque yo estoy contigo." Cuando se leen las Epístolas de san Pablo se las encuentra siempre llenas de la presencia de Jesús. Su nombre está tres o cuatro veces en cada página. ¡No era simplemente una "manera de hablar"! Pablo y Jesús vivían juntamente. Continuamente se comunicaban uno al otro. ¡Una oración incesante, dirá un día! (Rm 1,9). Los primeros cristianos estaban convencidos de la Presencia de Cristo y esto constituía su fuerza. En las dificultades cotidianas se agarraban a esta certeza. «¡No temas!» «¡estoy contigo!» Danos también, Señor, esta seguridad.

“El Señor dijo por la noche a Pablo en una visión: No temas, sigue hablando y no calles, que yo estoy contigo y nadie se te acercará para dañarte; porque tengo en esta ciudad un pueblo numeroso. Permaneció allí un año y seis meses enseñando entre ellos la palabra de Dios”.

Era Galión (hermano de Séneca) “procónsul de Acaya cuando los judíos se amotinaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal, diciendo: Este induce a los hombres a dar culto a Dios al margen de la Ley. Cuando Pablo se disponía a hablar, dijo Galión a los judíos: Si se tratara de un delito o de un grave crimen, ¡oh judíos!, sería razonable que os atendiera, pero si son cuestiones de palabras y de nombres y de vuestra Ley, resolvedlo vosotros; yo no quiero ser juez de tales asuntos. Y los expulsó del tribunal. Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y comenzaron a golpearle delante del tribunal, pero nada de esto le importaba a Galión.

Después de permanecer allí bastante tiempo, Pablo se despidió de los hermanos y embarcó hacia Siria. Iban con él Priscila y Aquila, que se había rapado la cabeza en Cencreas porque había hecho un voto” (Hechos 18,9-18). Ha nacido una nueva comunidad. Pablo marcha a otra parte. En cuanto juzga que pueden prescindir de él se va con vistas a otra fundación, dejando la responsabilidad a unos «ancianos» -presbíteros- a quienes ha nombrado cabeza de grupo. Señor, haz que los cristianos sean activos y responsables (Noel Quesson).

2. Dios, Rey y soberano de todo lo creado, nos ha manifestado su amor levantándose victorioso sobre los pueblos que habitaban la tierra, y la entregó a la descendencia de Abraham y los Patriarcas, como herencia suya. A nosotros nos manifestó su poder y su soberanía cuando, por medio de su Hijo se levantó victorioso sobre aquel que nos retenía bajo su dominio, el Maligno, y nos rescató para que, hechos hijos de Dios, entremos a poseer los bienes definitivos en la Patria celestial. Cristo Jesús no sólo asciende hasta su trono; nos lleva junto con Él para que seamos coherederos de su Gloria. Por eso aclamemos al Señor, llenos de gozo. Que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su santo Nombre. Invitamos con el salmista a todos los pueblos a alabar al Señor, a batir palmas, a que lo aclamen con gritos de júbilo. «Porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob su amado. Dios asciende entre aclamaciones; / el Señor, al son de trompetas: / tocad para Dios, tocad, / tocad para nuestro rey, tocad” (Salmo 47/46,2-7).

3. Jesús, al irse, toca el tema del dolor-alegría, como la mujer que tiene un hijo. Al evocar la imagen de la mujer parturienta para describir el sufrimiento que espera a los discípulos, el Evangelio les enseña a reconocer en ellos el signo de la venida de los últimos tiempos. En la Escritura, en efecto, los dolores del parto caracterizan un castigo terrible. Sin embargo, son los únicos dolores que tienen un sentido porque traen una nueva vida al mundo. La revolución que se va a producir será el paso del dolor del alumbramiento a la vida eterna. Inherentes a su condición humana y terrestre, los sufrimientos de la tierra le aseguran una suerte idéntica, como el gusano que se transforma en mariposa, así hemos de salir de este mundo para entrar en la gloria, así Jesús ha de ir al Padre para que recibamos el Espíritu. Es el papel de María, que nos trae a la vida, la nueva Eva, que alumbra simbólicamente a la nueva humanidad en el momento en que Jesús nace a la nueva vida. Imagen de la Iglesia que da a luz a la nueva humanidad a través de los dolores de dar a luz lo mismo que Eva trajo al mundo a la nueva humanidad, la mujer-Iglesia va a traer al mundo a la nueva humanidad, comenzando por Jesús resucitado en los dolores de María (Maertens-Frisque): “Jesús siguió diciendo a sus discípulos: vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”. No olvidemos que Jesús dijo esto la víspera de morir. De hecho nos imaginamos muy bien la aflicción de los discípulos, mientras que los enemigos que decidieron y lograron su muerte... se gozarán en el triunfo aparente.

-Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. Fue verdad entonces. Imaginemos la alegría de Pascua que se difundió de discípulo a discípulo: "Ha resucitado... ha resucitado... le han visto... vive..." Es verdad hoy... ¿Tengo yo la experiencia del paso de la aflicción a la alegría, a partir de Jesús? Estar "bajo de moral", desanimado, rebasado por los acontecimientos, incapaz de encontrar humanamente una solución, bloqueado por el propio pecado o el de los demás, aplastado por una enfermedad... Ponerse, sin saber por qué, a rezar... Ir a un lugar silencioso y hablar a Jesús... Tomar el evangelio y leer con calma, la primera página que se nos presenta... Ir a ver a un amigo y hablar... Ir a encontrar a un sacerdote y confesarse... Y he aquí que a veces ¡la "tristeza se cambia en gozo"! Sucede también que nada ha cambiado en las circunstancias externas -el mal o la desgracia subsisten, desgraciadamente- y sin embargo, la tristeza se ha cambiado en gozo. Gracias, Señor. Concede esta alegría a todos los que están en la tristeza: una alegría conquistada, una alegría que sigue a la pena, una alegría que, misteriosamente, como una fuente, rezuma en tierra árida.

“Recordad: La mujer cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro que pasó, porque la inunda la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre”. Una de las parábolas más cortas... Una de las más emotivas observaciones de Jesús. Un "hecho de vida" real tan a menudo observable... y que Jesús interpreta como un símbolo profundamente evocador. Una actitud vital. Una certeza divina. Un acceso al problema del mal: ¿por qué hay sufrimiento? Para ti, Señor, los sufrimientos de aquí abajo no son sufrimientos de agonía -que conducen a la muerte-... son sufrimientos de alumbramiento -que conducen a la vida-... Una visión nueva de las cosas. Un optimismo invencible; el dolor mismo no se pone entre paréntesis, se sublima. Todo sufrimiento, dice Jesús, es fecundo. Sí, ¡esto es lo que has prometido a tus discípulos, Señor! Un "alumbramiento" se está produciendo en el corazón de la historia: un "hombre nuevo" está naciendo. ¿Participo yo en esto? ¿He asumido en mi vida el símbolo de la cruz? ¿Qué calidad tiene mi alegría? ¿Qué es lo que hago con mis sufrimientos? ¿Qué es lo que hago "venir al mundo"?

“También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Y aquel día no me preguntaréis nada” (Juan 16,20-23). Son éstas unas de las últimas palabras humanas que Jesús dijo a sus amigos. Dentro de algunos segundos Jesús se pondrá a hablar a su Padre. Lo hombres seguirán orando... pero es a Dios a quien Jesús dirigirá las últimas palabras que ha de decir antes de que llegue Judas y su banda, armada con espadas y palos. Al final de su vida, lo que comunica Jesús a sus amigos ¡es la alegría! Jesús; repíteme esto. Y que nadie me arrebate esta alegría que Tú me has dado. Gracias, Señor (Noel Quesson).

Que estemos alegres, y aunque ya lo dice la sevillana: "algo se muere en el alma, cuando un amigo se va", él se queda… “Comenzamos el Decenario del Espíritu Santo. Reviviendo el Cenáculo, vemos a la Madre de Jesús, Madre del Buen Consejo, conversando con los Apóstoles. ¡Qué conversación tan cordial y llena! El repaso de todas las alegrías que habían tenido al lado del Maestro. Los días pascuales, la Ascensión y las promesas de Jesús. Los sufrimientos de los días de la Pasión se han tornado alegrías. ¡Qué ambiente tan bonito en el Cenáculo! Y el que se está preparando, como Jesús les ha dicho. Nosotros sabemos que María, Reina de los Apóstoles, Esposa del Espíritu Santo, Madre de la Iglesia naciente, nos guía para recibir los dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una embarcación cuando está desplegada y el viento —que representa la gracia— le va a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!... Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna. Todo nos lleva a vivir de oración” (Joaquim Font). Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural para todos». El ser humano necesita reír para la salud física y espiritual. El humor sano enseña a vivir. San Pablo nos dirá: «Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para bien!»; «Omnia in bonum!».

“Ha llegado la hora de Jesús. De su costado herido nacerá la Iglesia. Y su alegría será plena porque volverá a Aquel que le envió, llevando consigo a todos los redimidos mediante su Misterio Pascual. Nosotros no tenemos ya motivos para estar tristes. El Señor habita en nosotros.

LLuciá Pou Sabaté

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