lunes, 11 de julio de 2011

Martes de la 15ª semana de Tiempo Ordinario: Dios se apoya en el débil para hacer obras grandes, escucha la voz del pobre y del oprimido y lo salva, é


Martes de la 15ª semana de Tiempo Ordinario: Dios se apoya en el débil para hacer obras grandes, escucha la voz del pobre y del oprimido y lo salva, él es amigo del humilde

Lectura del libro del Éxodo 2, 1-15ª. En aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu; ella concibió y dio a luz un niño. Viendo qué hermoso era, lo tuvo escondido tres meses. No pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó e barro y pez, colocó en ella a la criatura, y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo. Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba. La hija del Faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla. Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó la criada a recogerla. La abrió, miró dentro, y encontró un niño llorando. Conmovida, comentó: -«Es un niño de los hebreos.» Entonces, la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: -«¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño?» Respondió la hija del Faraón: -«Anda.» La muchacha fue y llamó a la madre del niño. La hija del Faraón le dijo: -«Llévate al niño y críamelo, y yo te pagaré.» La mujer tomó al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: -«Lo he sacado del agua.» Pasaron los años, Moisés creció, fue adonde estaban sus hermanos, y los encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno de sus hermanos. Miró a un lado y a otro, y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente, salió y encontró a dos hebreos riñendo, y dijo al culpable: -«¿Por qué golpeas a tu compañero?» Él le contestó: -«¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio?» Moisés se asustó pensando: «La cosa se ha sabido.» Cuando el Faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en el país de Madián.

Salmo 68, 3.14.30-31.33-34. R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.

Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.

Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.

Evangelio según san Mateo 11,20-24. En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde habla hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: -«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrian convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.»

Comentario: 1.- Ex 2,1-15: Empieza la historia de Moisés, dibujando a grandes rasgos su infancia y juventud. El relato es encantador y, a la vez, significativo. Frente a la voluntad del Faraón, que quiere reprimir al pueblo judío, la sencilla acción de tres mujeres sirve para que los planes de Dios sigan adelante: la madre y la hermana de Moisés, y la hija del mismo Faraón. Los caminos de Dios son sorprendentes. Una cesta en el río y un niño llorando dentro de ella, que conmueve el corazón de la egipcia. Paradojas de la vida: la hija del Faraón adopta y educa al que va a ser el liberador del pueblo oprimido por su padre. El nombre Moisés probablemente era egipcio, pero los judíos lo interpretaron del verbo «mossá», «sacar». Y así aparece Moisés como el sacado, el salvado de las aguas: él que luego será el que libere a su pueblo de la esclavitud, ayudándole a atravesar el Mar Rojo y el desierto. (Como Jesús, que escapa de la matanza de los inocentes en Belén, y que luego será el salvador de todos). No tuvo de momento mucho éxito Moisés entre los suyos, a pesar de que salió de su palacio y les visitó, dándose cuenta de cómo estaban siendo oprimidos. Se ve que ya de joven era de genio vivo y decidido: reaccionó matando a un egipcio. Se dio cuenta que le perseguían y decidió escapar de Egipto, viviendo así primero él personalmente el «éxodo».

La escena que vamos a leer es encantadora y concreta, como una bella historia ilustrada. Una leyenda babilónica nos cuenta una historia parecida sobre el nacimiento de Sargón. Es posible que el autor del Éxodo hubiese incorporado ese relato folklórico a la historia de Moisés para valorizar algunas lecciones doctrinales. Eso no debe extrañarnos. El procedimiento era normal en aquella época y, para nosotros, lo importante es esta significación teológica. -Una madre judía da a luz a un niño. Lo encuentra «hermoso» y lo tiene escondido durante tres meses. No olvidemos el contexto: se obligaba a los hebreos a matar a los nacidos varones. -Tomó una cesta de papiro -que embadurnó con betún y pez-, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos, a la orilla del río. La hermana del niño se apostó a cierta distancia... Sucedió que la hija del Faraón bajó a bañarse en el río... Vio la cesta, la abrió y halló un niño que lloraba. Tenemos ya una lección doctrinal que apunta bajo los detalles: ¿Por qué hizo este descubrimiento la «hija del Faraón» y no otra persona? Hay un cierto humor en Dios. ¡El mismo Faraón que decidió el exterminio de los judíos es quien contribuirá a salvarlos... sin saberlo! Así sabe Dios darle la vuelta a las situaciones. «Todo concurre al bien de aquellos que le aman» (Rm 8,28). «Derriba a los potentados de sus tronos y ensalza a los humildes» (Lc 1,52). Los poderosos son derribados. Los pequeños son ensalzados. ¡Era un niño que lloraba: será él quien vencerá al Faraón! ¿Sé yo contemplar la obra de Dios en los pequeños detalles de la existencia? -Movida a compasión dijo: «Es un pequeño hebreo.» Conocía bien el edicto de su propio padre. Se atreverá a hacer una excepción. Aquí anda en juego su afectividad: deja que se conmueva su corazón. Pero quizá interviene también su conciencia. Hay casos en los que la conciencia va más allá de las «leyes». Esta será también la reivindicación de Antígona contra las leyes de su padre. Sucede siempre, también HOY, que un cristiano y aún un hombre recto se vea obligado a no someterse a cosas que juzga incompatibles con su fe y sus convicciones profundas. «Vale más obedecer a Dios que a los hombres», dirá Pedro (Hch 4,19). -La hermana del niño dijo a la hija del Faraón: "¿Quieres que vaya y busque una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?" Son pues tres mujeres las que están en el origen de la Liberación de la servidumbre. En la epopeya del Éxodo, no estarán en primera fila. Para la posteridad será Moisés el «libertador»; pero ellas le habrán permitido cumplir su misión. Medito sobre esto: la madre de Moisés, la hermana de Moisés, la hija del Faraón... Los primeros cristianos vieron en ello un símbolo de María. HOY también, con unos acontecimientos muy simples interviene Dios para salvar. No lo hace solo, sino con nosotros y por nosotros. ¿Qué gestos salvadores puedo hacer HOY? ¿Sobre qué punto espera Dios que coopere con El, para la liberación de mis hermanos, para contribuir a la Redención? Dar un niño al mundo. Salvar a un niño. Educar a un niño (Noel Quesson).

El primer capítulo del Éxodo, que nos presenta la acción esclavizadora del pecado, protagonizada por los hombres poderosos que se enfrentan al poder de Yahvé, continúa ahora presentando la réplica de Dios en este combate dialéctico. El faraón hace gala de potencia, de violencia, de tenerlo todo bien calculado. Yahvé, en cambio, se presenta en el mismo plano normal de la vida humana, ahí donde parece vulgar y sin relieve alguno, con el fin de cumplir aquel principio que constituye la norma de actuación de Dios y que Pablo explicitará: "eligió Dios la necedad del mundo, la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes" (1 Cor 1,27). Frente a la poderosa fuerza del faraón se alza una fuerza surgida de la nada: un niño nacido de una tribu maldita (v.1), que no tiene ningún derecho a vivir (1,22), y que vivirá gracias precisamente a los que lo habían condenado (v. 5), del que intentarán hacer uno de los suyos, pero que en definitiva acabará educándose en la misma casa paterna, y será así orientado según el plan de Dios. Todo parece provisional y débil, sosteniéndose apenas con alfileres, todo es realmente despreciable según el criterio de los poderosos, absorbidos por sus grandes cosas importantes, todo es eminentemente popular, incluso esa atmósfera de cuento de hadas que toma la narración (que se permite, incluso, cierta ironía). Pero precisamente ahí se funda su importancia como invitación a la esperanza: Dios salva, Dios es poderoso, Dios está claramente al lado de los débiles, de los oprimidos, al lado del pueblo que sufre. La lección no podía ser más elocuente, tanto en su tiempo para el elohísta que registró la tradición sobre el nacimiento del héroe del Éxodo como para nosotros que la leemos en el libro bíblico. El capítulo se completa con dos escenas que nos presentan tres gestos proféticos del futuro dirigente del pueblo: el hombre comprometido en la liberación de sus hermanos, la ruptura con el pasado y la experiencia del desierto. En la primera narración, debida también al elohísta, Moisés, ya hombre hecho (v 11), sale de su instalación en la corte faraónica y descubre la opresión a que están sometidos sus hermanos hebreos. Toma partido en favor del oprimido (12) y compromete su futuro (15). Es el primer gesto profético que nos revela con un trazo vigoroso y sobrio la característica que marcará la vida del héroe: es llamado a ser libertador de los suyos. Junto a esta pincelada profética, el autor ha trazado otra de tono dramático: los suyos no entienden ni aceptan el gesto de Moisés (13s). El futuro liberador del pueblo tendrá que sufrir, a lo largo de su vida, las incomprensiones de sus liberados. Otra característica de la narración elohística es la del éxodo hacia el desierto.

Moisés, el protegido del faraón, huye de Egipto, rompe con el pasado y vuelve al marco de vida de sus antepasados (15). Ahora, el autor yahvista (16-22) nos da una réplica del gesto liberador de Moisés, pero situada en plena vida acogedora del desierto, que libera y acaba de construir con su silencio, su dureza y la libertad de la vida nómada, el carácter del futuro hombre del desierto: el hombre libre y fiel, capaz de conducir a un puñado de esclavos hasta el libre servicio de Yahvé (J. M. Aragonés).

2. Quienes, de alguna manera, nos sentimos llamados a ser liberadores de los demás -con el anuncio y el testimonio de la libertad de Jesús- antes debemos ser nosotros mismos «liberados», sacados de las aguas. Teniendo conciencia del don que Dios nos ha hecho, con alguna clase de «éxodo» en nuestra vida, es como mejor nos sentiremos dispuestos a ayudar a los demás. En nuestra vida tal vez nos ha tocado decir las palabras del salmo: «Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie: he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente. Pero mi oración se dirige hacia ti, Dios mío... Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante». Momentos de oscuridad, de cansancio, de desánimo, no nos faltan a nadie. Eso nos debería dar madurez personal y solidaridad con los que pasan por momentos parecidos. Moisés sabe lo que sufre su pueblo. Sobre todo, es Dios quien ha visto el dolor de su pueblo y por eso ha decidido -entonces y ahora-, llamar a otros colaboradores que trabajen en su liberación. ¿Somos capaces de «salir» de nuestra comodidad, como el joven Moisés, acercarnos a los que sufren, sintonizar con su dolor y poner los medios para aliviarlo, ciertamente no con la violencia, pero sí con la entrega de nuestras mejores energías?

Comienza este salmo pidiendo ayuda a Dios en una situación límite (v. 2), por algo humillante, quizá una enfermedad, y por el odio de los enemigos (vv. 3-5). La imagen del hombre a punto de ahogarse ya aparecía en Sal 40,3 (cf Sal 88,7; Lm 3,53) y es muy gráfica: “no puedo hacer pie”, así nos podemos encontrar cuando estamos desconcertados, cuando los asideros nos fallan y como el niño que no sabe nadar, estamos solos ante un ambiente nuevo, una situación no esperada… Tambiénen ocasiones nos encontramos desencantados, pues no han tenido con nosotros las atenciones que esperábamos, y esa falta de cariño nos hace sentirnos solos, desconsolados, desconcertados y a veces con la sensación de quien sin saber nadar se encuentra con que no hace pie: y viene el desconcierto. Es hora de encontrar el sentido de la cruz, y de hacer un acto de generosidad, de actuar de tal modo que procuremos que a nuestro alrededor nadie pruebe esto tan amargo que hemos padecido en esa ocasión; con la experiencia de aquella experiencia procuraremos que dar a los demás eso que no hemos encontrado... Una técnica de éxito muy sencilla, pero muy poderosa, es sonreír aunque cueste. No hay cosa tan pequeña que dé resultados tan grandes, para cambiar el mundo: mira a las personas con amabilidad, con una sonrisa sincera. Pero a veces no es fácil y uno se pregunta ¿Por qué ese dolor? sobre todo cuando desconcertados no hacemos pie... quizá recordamos cuando no sabíamos nadar y no hacíamos pie, en aguas profundas: los pulmones se disparan, perdemos el aliento ante la sorpresa… así nos sentimos a veces, desconcertados por situaciones que no nos esperábamos, que nos parecen injustas, y ese desconcierto impiden pensar, nos hace sumir en un pozo en el que se hace de pronto la luz. En aquella dificultad hay concertado un encuentro con Dios, que al mismo tiempo prepara para otras pruebas posteriores: un desgarramiento interior –sacrificio- suele ser un preludio del éxtasis, en la sinfonía de la vida, y al mismo tiempo es eso un camino para reforzarse para lo que vendrá… Desnudez del alma que se une a Dios, fortaleza que ya nada tiene de humano, santuario donde se da el Encuentro... (estoy pensando en la noche oscura de Teresa de Calculta y la crisis de S. Unsted, noruega conversa que en "la zarza ardiente" presenta un converso casado con una chica, una “muñeca” anti-católica. A veces la vida nos deja tristes y desconcertados, con una visión pesimista de la condición humana. Hay presiones, surge un sentimiento de insatisfacción, nos falta aire... en esos momentos hay que tener paciencia, liberarse de la opinión de los demás y de la honra, y encontrar una capa más interior en la que sólo Dios cuenta… y esos amigos que nos mantienen en contacto con la realidad, por esa confianza con ciertas personas confiamos en lo que nos dicen algunos, pero no en “el mundo”, “las modas”, o esa opinión que se ha creado sobre nosotros mismos… El tiempo nos da muchas respuestas, pone las cosas en su sitio, vemos que el dolor ennoblece a las personas y las sensibiliza, las hace solidarias, al punto de olvidar su propio dolor y conmoverse por el ajeno... Aprendemos a valorar las cosas importantes que están cercanas, y no desear lo que esta lejano… aprendemos a interpretar ese silencio de Dios y las pistas que nos da en Jesús en la Cruz, que sufre callando, que sintió “eso” en su vida, y murió para con su dolor dar sentido al nuestro. Este Dios vivo nos deja rastros a su paso por la historia, como los montañeros que dejan marcas en el camino por donde pasan, hay unos mensajes que nos llegan como en una botella a la playa, en medio del mar de dolor, mensajes que se pueden oír en cierta forma, cuando tenemos el oído y corazón preparado. Son pistas que nos hablan de confiar, de amar, de que ante nosotros se abren dos puertas, la del absurdo (el sin-sentido) y la del misterio (la fe): abandonarnos en las manos de Dios es el camino que da paz, aunque no está exento de dolor, pero éste adquiere un sentido. Y sobre todo es Jesús en la Cruz que en tres horas de agonía nos muestra un libro abierto, hasta exclamar aquel “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Él, sin perder la conciencia de que aquello acabaría en la muerte, cuando se siente abandonado incluso por Dios, se abandona totalmente en los brazos de Dios, y se produce el milagro: pudo proclamar aquel grito desgarrador por el que decretó que “todo está consumado”; así, con la entrega de su vida la muerte ha sido vencida, ya no es una puerta a la desesperación sino hacia el amor del cielo, la agonía se convirtió en victoria y podemos unirnos, por el sufrimiento, al suyo y a su Vida. Es ya un canto a la esperanza, a la resurrección.

Para ser escuchado por Dios el orante apela primero a la misericordia de Diso, a su fidelidad y compasión (v. 14.17; cf Ex 34,6) dentro de la gran angustia en la que se encuentra, siempre dentro de la confianza con la que termina el texto de hoy: “el Señor escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos”, preludio de las bienaventuranzas…

3.- Mt 11,20-24: Después de este discurso dirigido a los discípulos, Mateo nos describe detenidamente la actividad de Jesús: le vemos, en particular, discutir con sus adversarios... parte de sucesos concretos para mostrar que es en esas circunstancias prácticas de la existencia en las que hay que saber tomar partido "por" o "contra". -Se puso entonces a recriminar a las ciudades, donde había hecho casi todos sus milagros, por no haberse convertido. Jesús no es un débil. Su Palabra es a veces amenazadora. No, la vida humana no es un "juego", es algo muy serio; donde tiene lugar un juicio: nuestras vidas cotidianas son: -o una correspondencia a Dios... -o un rechazo de Dios... En todo momento nuestros actos son una elección "por o contra" Dios. No siempre pensamos en ello. Afortunadamente y, en cierto sentido esto disminuye nuestra responsabilidad, esto permite a Dios tener piedad de nosotros y perdonarnos. Muchas faltas nuestras se nos escapan un poco... solemos darnos cuenta después, pero ya está hecho... En todo momento Dios quiere algo de nosotros. En todo momento podemos saber cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros. En todo momento, cuando pensamos realmente en ello, podemos vivir en comunión con Dios, en correspondencia a su voluntad. Señor, ¿qué esperas HOY de mí? Nuestra "revisión de vida", al final de cada día, tendría que ser la búsqueda con El, de esas "correspondencias" amorosas... y de nuestros "rechazos,.... -"¡Ay de ti, Corozain, ay de ti Betsaida" Estas maldiciones son la contrapartida de las "bienaventuranzas" que Jesús pronunció en otras ocasiones. "Bendita tú eres, María..." "Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios..." "Bienaventurados los pobres de corazón, los humildes, los mansos, los limpios de corazón..." Las ciudades a orillas del lago de Tiberiades, las que más ocasiones tuvieron de oír a Jesús y de ver sus milagros tenían que haber respondido mejor a las gracias que Jesús les ofrecía. Y ello hubiera sido su felicidad. Pero, por el contrario, se hundieron con el rechazo y la desgracia. "Malditos los que no escuchan la Palabra de Dios..." "Maldito eres tú, si no sabes estar atento a los acontecimientos en los que Dios te da un signo y quiere hablarte..." ¿Soy yo quizá uno de esos "privilegiados", que han tenido la suerte de oír muchas veces a Jesús? ¿Acepto seriamente esta responsabilidad? ¿Qué gracias particulares he recibido? ¿qué buenas ocasiones se me han presentado? ¿A qué me compromete todo ello? -Porque si Tiro, Sidón, Sodoma y Gomorra... hubieran recibido los mismos beneficios que tú... hace tiempo, que se habrían arrepentido... El día del juicio habrá menos rigor para ellas que para ti... Las ciudades judías de la orilla del lago -Corozain, Betsaida- son comparadas a las ciudades paganas del norte y del sur -Tiro, Sidón, Sodoma, Gomorra-. Esas ciudades, en tiempo de Jesús, eran el símbolo del desenfreno, del orgullo. Ahora bien, Jesús anuncia que su castigo será menos riguroso que el de las ciudades que han recibido el evangelio. Sí, porque, como entre nosotros, en la inmoralidad y el mal que pueden hacer los que no conocen a Jesús, hay mucha ignorancia (Noel Quesson).

Lo que decía ayer Jesús de que no había venido a traer paz, sino espadas y división, se ve claramente en la página siguiente del evangelio. Tres de las ciudades -Betsaida, Corozaín, Cafarnaúm-, en torno al lago de Genesaret, que tenían que haber creído en él, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, se resisten. Jesús se lamenta de ellas. Las compara con otras ciudades con fama de impías, o por paganas (Tiro y Sidón) o por la corrupción de sus costumbres (Sodoma), y asegura que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios. En otra ocasión Jesús alabó a la ciudad pagana de Nínive, porque acogió la predicación de Jonás y se convirtió al Señor. Mientras que el pueblo elegido siempre se mostró reacio y duro de cerviz.

Los que pertenecemos a la Iglesia de Jesús, podemos compararnos a las ciudades cercanas a Jesús. Por ejemplo, a Cafarnaúm, a la que el evangelio llama «su ciudad». Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora. ¿Podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros? Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida? ¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor? (J. Aldazábal).

LLuciá Pou Sabaté

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