sábado, 2 de julio de 2011

Domingo XIV de T.O.

Za 9, 9 - 10

9 ¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.
10 El suprimirá los cuernos de Efraím y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Salmo 144

Himno. De David. Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás;
2 todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre;
3 Guímel. grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza.
4 Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus proezas.
5 El esplendor, la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas, yo recitaré.
6 Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré;
7 se hará memoria de tu inmensa bondad, se aclamará tu justicia.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor;
9 Tet bueno es Yahveh para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras.

Rm 8, 9. 11-13.

10 Pero si Cristo está en vosotros, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu tiene vida a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros.
12 Así pues, hermanos, no somos deudores de la carne de modo que vivamos según la carne.
13 Porque si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,25-30.

En aquel tiempo, Jesús exclamó: -Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

4. Es preciosa joya del Evangelio el fragmento de hoy, donde vemos a Jesús rezando en confianza a su Padre, y donde alaba los sencillos: ¿Quiénes son éstos?: los pobres, a los que es anunciado el Evangelio de Reino, los discípulos creyentes, opuestos a los sabios y entendidos. Siguiendo a Jesús, el yugo (la alianza y la ley del Señor; en la tradición judía, la Torah y los mandamientos) de la voluntad de Dios ya no es un yugo opresor y duro, sino que genera ya ahora aquella gozosa paz prometida a los humildes y pobres, garantía de la salvación definitiva ("el reposo"). Así, el yugo ya no es un sistema legal para interpretar y seguir, sino seguir a Jesús, el Hijo, que revela la voluntad de Dios y la realiza plena y definitivamente (J. Fontbona).

El trasfondo bíblico de este himno es muy revelador: Cristo se aplica el himno de Dn (2,23). Los tres "niños" (cf Lc 10. 21) se oponen a los "sabios" babilónicos; gracias a sus plegarias (Dn 2,18) se les ha concedido la "revelación" del misterio del Reino (expresión característica del libro de Daniel, que se vuelve a encontrar también en Lc 10. 21), que ha escapado a los sabios y doctores. Él, el hijo del hombre anunciado por el profeta, compara la oposición entre sus discípulos y los sabios del judaísmo a la que separa a los "niños y los sabios" en tiempos de Nabucodonosor. También Él va a abrir su Reino y ofrecer la "revelación" a una categoría bien determinada de "pobres", los que lo son en el plano de la inteligencia. En esto se separa de algunos doctores del judaísmo, que con frecuencia eran despiadados para con el pueblo ignorante (cf. Is 29. 14; 1 Co 1. 19-26).

En otro pasaje del libro de Daniel (7,14), el Hijo del hombre "recibe todo" del Anciano en días..., y este misterio constituye el objeto de la revelación hecha a Daniel. Partiendo de este texto, Cristo, que reivindica para Sí el título de Hijo del hombre (Mt 24. 36), bendice al Anciano en días, pero con un nuevo nombre, el de Padre, porque ha "puesto todo en sus manos", es decir, porque le ha dado, como en Daniel 7. 14, un "poder sobre todas las cosas" (Mt 28. 18; Jn 5. 22; 13. 3; 17. 2), pero también un "conocimiento" pleno del Padre, que deberá revelar a los hombres (v. 27). Cristo es, así, simultáneamente, el Rey y Revelador del Reino a los pequeños. Agrupándose en torno a Él, éstos podrán conocer a Dios y constituir una comunidad distinta de "los que no conocen a Dios"; primero, los paganos (Jr 10. 25), y después los sabios judíos (v. 21; cf Jn 12. 39-50).

Los "cansados y cargados" (v. 28) son los mismos que los pequeños y los ignorantes de los versículos precedentes. En efecto, el peso o el "yugo" designa con frecuencia en el judaísmo el cumplimiento de la ley (Si 51. 26; Jr 2. 20; 5. 5; Ga 5. 1). Los escribas les habían sobrecargado con un número incalculable de prescripciones que los simples y los ignorantes se esforzaban por observar, sin tener la capacidad suficiente para distinguir lo necesario de lo accidental (Mt 23. 4). Los que Jesús ha reclutado no son tanto los afligidos como los simples e ignorantes, esclavos de las prescripciones del legalismo judío. Cristo, que guardaba sus distancias frente al intelectualismo, hace otro tanto frente al legalismo.

Jesús se presenta, sin embargo, como los rabinos y los sabios que reclutaban discípulos para sus escuelas (v. 29; cf Si 51. 31; Is 55. 1; Pr 9. 5; Si 24. 19). Impone a su vez un yugo, pero fácil de llevar (1 Jn 5. 3-4; Jr 6. 6) porque Él también ha formado parte de la comunidad de los pobres anunciada por So 3. 12-13, y porque reúne a los mansos y humildes de corazón. El nuevo Maestro de sabiduría es, pues, un Pobre, y lo es de corazón, porque ha adoptado libre y voluntariamente esta condición. Esta pobreza de Xto da unidad a todo el pasaje. Frente al intelectualismo de los sabios que creían saberlo todo, Xto se dirige a los ignorantes, pero como uno de ellos, pues afirma que todo lo que Él sabe no proviene de Él, sino que lo ha recibido del Padre (vv. 21-22). Frente al legalismo de los rabinos, Jesús se vuelve hacia los que se encurvan bajo el yugo de la ley, que sienten complejo de culpa frente a esa ley y se presenta igualmente como uno de ellos: también a Él le han echado en cara faltas y pecados (el contexto de Mt 12. 1-11 lo muestra claramente) y se ha liberado de ese complejo de culpa, invitando a cuantos son víctimas de él a liberarse también (Maertens-Frisque).

Lluciá pou sabaté

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