miércoles, 13 de julio de 2011

Tiepolo, Giambattista Título La Inmaculada Concepción

Maria, Nuestra Señora:

Maria, Nuestra Señora:
La Iglesia aplica también a María el elogio que el pueblo de Israel dirigió a Judit, su salvadora: Tú, orgullo de Jerusalén; tú, gloria de Israel; tú, honra de nuestra nación; por tu mano has hecho todo esto; tú has realizado esta hazaña en favor de Israel. Que se complazca Dios en ella. Bendita seas tú del Señor omnipotente por siempre jamás. Palabras que se cumplen en María de modo perfecto. ¿No colaboró María a librarnos de un enemigo mayor que Holofernes, a quien Judit cortó la cabeza? ¿No cooperó a librarnos de la cautividad definitiva?
La Iglesia refiere también a María otros textos que tratan en primer lugar de la Sabiduría divina; sugieren, sin embargo, que en el plan divino de la salvación, formado desde la eternidad, está contenida la imagen de Nuestra Señora. Antes que los abismos fui engendrada yo, antes que fuesen las fuentes de las aguas. Y como si la Escritura se adelantara recordando el amor purísimo que había de reinar en su Corazón dulcísimo, leemos: Yo soy la Madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. Venid a mí cuantos me deseáis, y saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel... el que me escucha jamás será confundido, y los que me sirven no pecarán8. Y, atisbando su Concepción Inmaculada, anuncia el Cantar de los cantares: Eres toda hermosa, amiga mía, no hay tacha en ti. Y el Eclesiástico anuncia de una manera profética: En mí se encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y de virtud. «¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre».

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